miércoles, 5 de octubre de 2011

Guía de perplejos (5)

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Después de las vacaciones y a primeros de octubre – no adaptados a Bolonia por tanto, – seguimos con el curso sobre la perplejidad, con nuestra “Guía de perplejos”. Nuestro amigo el Observador Perezoso, JSB, continúa profundizando en las fuentes de la perplejidad. Hoy nos trae tres fuentes de perplejidad bastante relacionadas entre sí.

9.-  El “efecto halo

Esta expresión, tomada de la psicología, (que, a su vez, lo extrae de la meteorología), expresa la tendencia espontánea a considerar que cuando un sujeto es excelente en un aspecto, esa excelencia se le atribuye a cualquier otro.

La perplejidad surge cuando uno se da cuenta, obviamente, de que esto es prácticamente imposible. Así, por ejemplo, un deportista destacado en su especialidad, puede ser un desastre en otros aspectos tales como: padre de familia, tendencia política etc. Por tanto, cuidado con estas extrapolaciones inválidas. No olvidemos que Hitler era un gran amante de los animales.


Halo con parhelio. (John Bortniak, NOAA Corps.) Wikipedia Commons

10.- La “legitimidad del cargo”

Esta fuente de perplejidad, esta relacionada con el “efecto halo”, pero conviene tratarla por separado. Se trata de considerar a la persona que ocupa un cargo público con un valor equivalente al del cargo que ocupa, extendiendo esa sobrevaloración a todos los aspectos de la persona. De modo que aparece en las encuestas que hasta son físicamente atractivos, aun que sean objetivamente “feos pa perro”.

Supongo que tratándose de cargos electos, funciona aquí la teoría de la “disonancia cognitiva” de Festinger, que viene a decir que tratamos de justificar racionalmente aquellas acciones que no deberíamos haber hecho, en lugar de reconocer que “hemos metido la pata”.

11.- El “argumento de autoridad”

Esta fuente de perplejidad, esta relacionada con las dos anteriores: “efecto halo” y “legitimidad del cargo”.

Se trata de confiar ciegamente en cualquier afirmación emitida por alguien a quien se considera autoridad, como el Papa, Aristóteles o Einstein. Obviamente una idea brillante no justifica que su emisor no las tenga también desastrosas.

El buzo añade que en la vida diaria, y en la observación de los medios de comunicación, estas tres fuentes mencionadas suelen ser causas frecuentísimas de perplejidad que invito a los lectores a descubrir.

Me he acordado de aquella vez en que Evo Morales soltó un discurso acerca de las consecuencias de comer carne de pollo - lo cual dicho en calidad de presidente de un país, tiene bemoles - que, después de la sorpresa inicial, produjo, directamente, hilaridad.


Pero, poniendo un ejemplo más cercano, en un ABC de fecha reciente, venía una entrevista con el escritor de culto y de gran éxito en USA, Jonathan Francen, al que TIME le ha dedicado a principios de verano su portada. Confieso que no le he leído aún, cosa que espero hacer en breve. Estarán conmigo en que reúne todas las papeletas para ser en el futuro un referente de opinión, un auténtico gurú. Bueno, pues les invito a que no se pierdan la afirmación que realiza en la primera contestación de la entrevista. Dice:


Pero la realidad es que no puedes estar casado con alguien durante veinticinco años y seguir siendo inocente. Según mi experiencia, el matrimonio destruye lentamente cualquier sentido de moral o de lo que es bueno y lo que es malo. La verdadera pérdida de la inocencia ocurre durante el matrimonio.

Si se lee con detenimiento, la generalización que realiza finalmente, además de ser gratuita, resulta demoledora y además, tiene poco, (yo diría nada),que ver con la pregunta. Pero ahí queda un discurso nihilista que no dejará de producir perplejidad en quien lo lea y que, acaso, dejará huella – y no buena – en muchas gentes. Y se queda tan ancho esperando la siguiente pregunta. 
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