lunes, 31 de marzo de 2014

Adiós a Suárez

Hace sólo diez días que llegó la primavera y, entretanto, se nos ha muerto Adolfo Suárez. El buzo lo ha vivido entre la alegría y, como no, la perplejidad. En efecto, a pesar de que como he visto escrito en estos días, no hay un país, para morirse, como España, donde también tenemos un irónico refrán ad hoc: a burro muerto, la cebada al rabo; creo que se ha producido una explosión de afecto, de cariño y de valoración sincera del hombre de una pieza, del político íntegro y genial que tuvo la osadía de pensar que la concordia era posible y de ponerlo en práctica. 



Adolfo Suárez en septiembre de 1981 (Wikipedia)

Por otra parte, la perplejidad de ver, por una parte, cómo en estos últimos meses ha habido una intensa campaña de desprestigio de la transición en la  que hubimos de ver cómo renegaban de ella muchos de los que, en su día, la apoyaron de forma entusiasta. Por otra, extrañarse de la memoria de pez, o desmemoria, de una sociedad y una clase política que apartó a Adolfo Suarez a insultos y empujones - recuerden el tahur del Mississippi de la vida pública.

Hoy es su funeral y Madrid está gris, como si hubiera vuelto el invierno. Este mal tiempo sobrevenido se ha llevado por delante la flor de almendros y de cerezos que tan bien habrían acompañado el último adiós a Adolfo Suárez; con lo que no resultaría todo tan triste, solitario y final.

Para Suárez; en su memoria y para siempre, la alegre balada Cherry Blossom, (Cerezos en flor) de Horace Silver.




Ver en La perplejidad del buzo: Recuerdo de Adolfo Suárez

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