martes, 29 de abril de 2014

¿Está cambiando la justicia?

¿Ya no es lenta la justicia? ¿Está cambiando la justicia en España? Eso parece a tenor de un caso que se ha dado a conocer. El delito se cometió el 22 de octubre del año pasado y, ahora a finales de abril, sin que hayan pasado ni seis meses, se encuentra instruido, con el juicio realizado y dictada la sentencia. La Audiencia imputó al acusado tres delitos de amenaza, tres de secuestro, uno de allanamiento de morada y otro de tenencia ilícita de armas. La condena ha sido de  22 años.
Se trata del pobre trastornado vestido de sacerdote – con problemas psiquiátricos y bastantes antecedentes - que entró a la casa deBárcenas vestido de sacerdote con una pistola de baratillo. El semisecuestro se deshizo al poco ya que ni siquiera fue capaz de atarlos bien. En cuanto al arma era un revólver, posiblemente de antes de la Guerra Civil, llevaba munición de fogueo.
Pensemos en un turno de oficio, en un caso incómodo y la posibilidad de apreciaciones diversas – recogidas en la sentencia - tales como una conducta "personal y materialmente pluriofensiva al afectar subjetivamente a tres personas que fueron víctimas de los hechos enjuiciados” y “la afectación de diversos bienes jurídicos: la inviolabilidad domiciliaria e intimidad familiar de los titulares y moradores de la familia, la libertad ambulatoria, la libertad y seguridad personal y la integridad física de las víctimas, así como la seguridad general o comunitaria que, a través de la regulación de la posesión de armas por parte de particulares, se trata de preservar”.
Lo dicho, la condena ha sido de  22 años. Lo que no está nada mal teniendo en cuenta que al imputado principal por el asesinato de Marta del Castillo le penaron a veintiún años y tres meses y que los casos más mediáticos que nos rodean - entre ellos el juicio a Bárcenas - llevan ya más de tres años de instrucción
¿Exito de la justicia o lanzada a enemigo muerto? Volvemos a recordar aquella escena de la película en que Manolo Morán, apeándose del tren en Atocha al escuchar un fuerte bufido del tren acompañado de humo, se daba la vuelta y le decía a la locomotora: “¡Esos humos, en Despeñaperros!".

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