miércoles, 13 de julio de 2016

Bodegón. Manolito el pollero.

En los años cincuenta, este poblachón manchego que es Madrid era una pequeña ciudad llena de tertulias de todo tipo y pelaje, de tertulianos a verlas venir y de personajes extravagantes. En medio de esa fauna se movió Manuel Fernández Sanz, (Madrid 1909 - Corellana, Asturias, 1966), conocido como Manolo o Manolito el pollero, extraordinario vividor, comilón y santo bebedor; notable personaje, en suma, que se movía en la noche y el día junto con intelectuales y escritores: Antonio Mingote, Manuel Alcántara, Camilo J. Cela, Gerardo  Diego, etc. (Ver Nota).


 Manuel Fernández Sanz: Manolo el pollero

El mote le venía porque su familia tenía - desde hacía varias generaciones – una tienda de aves y huevos en la que él apenas trabajó tres días en toda su vida; pero de la que se pulía todas las ganancias en invitaciones a comilonas y borracherías a los amigos, de forma que la familia acabó consiguiendo que un juez lo declarara pródigo y así intentar parar la sangría económica y el derroche perpetuo. Es conocida su frase – dicha entre escritores de

“Aquí el único que vive de la pluma soy yo, que tengo una pollería”

No publicó nada en vida y sólo después de su muerte sus amigos publicaron sus poesías reunidas en el libro “Silva, grillera y cigarral" , con prólogo de Camilo José Cela, que hoy es joya bibliográfica inencontrable.



En él, se encuentra el poema Bodegón en que se describe, con desgarradora gracia y feroz tremendismo, una taberna en la España de los cincuenta; un país pobrete pero alegrete en el que aún no se habían desarrollado ni se aplicaban muchas de las normativas y técnicas y tecnologías de higiene alimentaria que, afortunadamente, hoy se aplican; y que han hecho que ya, por lo general, no sea una peligrosa aventura comer cualquier cosa en casi cualquier sitio.

Como quien esto escribe tiene debilidad por las tabernas añejas donde fritangas diversas, tortillas, bravas – aliolis o mixtas, calamares y gambas gabardina y otras fruslerías muestran todo su esplendor, sea éste cual sea, creo que viene al pelo traer a  La perplejidad del buzo este Bodegón de Manolito el pollero, el cual, además del propio y solo gusto lírico que pueda proveer su mera lectura o escucha, puede servir como instrumento de medida,  comparación  y valoración de los actuales baretos y tascas.

Bodegón

Portada tinta de almagre,
tufo a bazofia y vinagre: bodegón;
fondo bajo
de cocina
donde el ajo
predomina.

Saquemos a colación
los bodrios que de acicate
nos muestra su escaparate.

sobre los desaguisados,
un cabrito y un lechón
se orean ajusticiados.

hay restos en pepitoria,
del Gallo de la Pasión
que esté en Gloria;

secándose, en los peroles,
aguantan ollas y días,
el pisto, los caracoles,
los callos y las judías;

a pesar del salmorejo
y las zurras con tomillo,
no se le borra el gustillo
domiciliario al conejo;

la fritanga de livianos
toma tintes albazanos

la paella
cobra del tiempo que pasa
dejando pátina y huella
solideces de argamasa;

menguantes, las pescadillas
cumplen, espinoso, un mes
mordiéndose en la cazuela.

El tarro de las guindillas
brama turbio en portugués
y asusta a la clientela;

y entre moscas y mosquitos,
se descuajaringa un queso
y se diluye un melón…

Divergentemente escritos
con blanco de España espeso,
a modo de colofón,
dos renglones
advierten al comensal:

“Se sirven medias raciones,
desde un real”.


Nota
En internet puede obtenerse alguna información sobre Manolo el pollero. Aconsejaría la lectura de las páginas que Manuel Alcántara le dedica dentro de su obra Cantigas de amigo, que se encuentra en la página web de la Fundación dedicada al insigne periodista y escritor malagueño.



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