jueves, 14 de abril de 2016

El tren expreso. (Fragmento).

El arte por la idea frente al arte por el arte, el uso de la naturalidad y el lenguaje común, la existencia de un argumento en el poema y su vinculación a las circunstancias y costumbres presentes en la sociedad contemporánea, constituyen los pilares en que fundaba su poética el gran poeta decimonónico Ramón de Campoamor


Emilio Sala. Retrato de Ramón de Campoamor

Todas estas características se encuentran en El tren expreso en el que éste se convierte, por encima de los dos personajes y su historia de amor, en el auténtico protagonista del texto. En todo caso, el poema exige lectura completa y atención a la sorprendente, triste y, finalmente, un poco tétrica historia de amor que incluye. 

La técnica y el progreso del tren con su movimiento y su velocidad constituyen el fondo sobre el que se desarrolla la acción; por lo que ya no estamos ante una abstracta e intemporal historia amorosa, sino ante  un episodio de amor en un tren, bajo el vértigo y el dinamismo desencadenados por ese elemento nuevo de la época que es la velocidad.

El tren expreso. (Fragmento)

            VII

Las cosas que miramos
se vuelven hacia atrás en el instante
que nosotros pasamos,
y conforme va el tren hacia adelante,
parecen que desandan lo que andamos; 
y a sus puestos volviéndose, huyen y huyen
en raudo movimiento
los postes de teléfono clavados
en fila a los costados del camino
y como gota a gota, fluyen, fluyen,
uno, dos, tres y cuatro y ciento,
y formando confuso y ceniciento
el humo con la luz de un remolino,
no distinguen los ojos deslumbrados
si aquello es sueño, tromba o torbellino.

            VIII

¡Oh, mil veces bendita
la inmensa fuerza de la mente humana,
que así el ramblizo como el monte allana,
y al mundo echando su nivel, lo mismo
los picos de las rocas decapita,
que levanta la tierra,
formando un terraplén sobre un abismo
que llena con pedazos de una sierra!
Dignas son, ¡vive Dios!, estas hazañas, 
no conocidas antes,
del poderoso anhelo
de los grandes gigantes
que, en su ambición para escalar el cielo,
un tiempo amontonaron las montañas!
...
(Del Canto Segundo: El día)

Ramón de Campoamor





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