La elección corresponde al director que las reparte, a cada cual y su instrumento, el primer día. Y ahí está el primer gozo. O no. Depende de los gustos de cada cual. Este año hemos tenido un segundo semestre con música de películas del oeste: El árbol del ahorcado, Laramie Junction, Laredo...etc., que estuvo bien pero las del tercer trimestre prometen más. Son, por el momento, tres estandars americanos inmortales; flor y nata del género. A saber, nada menos que Summertime, My Way y New York, New York, de momento.
Las primeras sesiones son de "lectura" de las partituras: ritmo, efectos y anotaciones en las partituras. Según mi profesor, yo - modesto intérprete de tuba que intento ser - "edito" las partituras y se refiere a que acabo escribiendo en cada nota la posición de los dedos en los pistones. Lo que demuestra mi desaprovechamiento de las clases de lenguaje musical y que practico poco. Eso sí, pongo muy buena intención.
Para quienes tocamos instrumentos de acompañamiento, es bastante duro, y frustrante a veces, no tener claro cómo contribuimos a un tema que se suele definir por la melodía que, siempre, tocan otros. Y ahí, hay que acordarse de las palabras de mi maestro J, que nos tiene dicho que somos el telón y el decorado del escenario: "¿Y cómo va a hacerse una obra sin telón y sin decorado por detrás?". O, mejor, viniendo de un valenciano: "Sois el caldo del arroz. Ya puede haber cigalas que sin un buen caldo no hay un buen arroz".
The Tilbury Railwaymens' Band, 1919. (De wikipedia)
Y eso dicho, uno le da al chin-pun, chin-pun con más fe y alegría. Y poco a poco, semana a semana, todo va sonando mejor entre todos.
Cada uno en su sitio y todos a la vez. Es el secreto y el encanto de las bandas.
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