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lunes, 10 de junio de 2019

Mi España particular. Edgar Neville.


Hay un libro que me ha fascinado en estas últimas semanas. Se trata de Mi España particular, escrito por Edgar Neville en 1957, (edición de la Ed. Taurus), reeditado en 2011 por la editorial Reina de Cordelia.



Es una guía turística de España totalmente atípica y fascinante “Guía arbitraria de los caminos turísticos y gastronómicos de España”, reza su segundo título – en la que, además de monumentos, museos, iglesias, catedrales o paisajes, etc. incluyó un tema que yo creo que fue muy novedoso en su época: unir la gastronomía al turismo. En la actualidad ninguna guía se puede considerar como tal si no contempla, de alguna manera, temas gastronómicos y Neville lo hizo en 1957.

Edgard Neville fue un bon vivant, de una familia aristocrática de mucho dinero, (era conde de Berlanga de Duero). Fue abogado y diplomático; después acabó en Hollywood trabajando en el cine – con Charles Chaplin, entre otros y acabó siendo un  gran autor de teatro y, yo diría, que un estajanovista director cinematográfico con una filmografía extraordinariamente extensa con películas muy relevantes como La torre de los siete jorobados, Domingo de carnaval, La vida en un hilo o El baile, entre otras.



Neville con Charles Chaplin en el rodaje de candilejas

Esta guía tiene cosas que la hacen especial y única. La primera, por ejemplo, es el planteamiento inicial y provocador que hace, (sorprendente en esta época actual de corrección política), manifestando que para hacer turismo, tal y como se explica en la guía, hay que tener dinero. Tiene Vd. que tener dinero: si no tiene dinero ya puede quedarse en casa ahorrando. Bastante definitorio de lo que era ese espíritu provocador y risueño que lo caracterizaba junto - con sus compañeros de aquella “otra generación del 27”, la de los humoristas: Mihura, Tono, Jardiel, Herreros, etc. que definida por el dramaturgo José López Rubio, en su discurso de entrada en la RAE).

Por otro lado, no hay nada que defina mejor al personaje que las fotografías que aparecen en la segunda portada y contraportada, del año 1955 y en Londres, en que aparece apoyado en un flamante cochazo Jaguar y se le ve con cara de felicidad.



Después, sus juicios y descripciones gastronómicas son brillantísimas y con un gran sentido del humor. Como cuando habla de la cocochas:

“Las cocochas son una parte del organismo de que las merluzas llevan en el cuello; probablemente le servirán para algo, pero al cocinero vasco le sirven para preparar unas cazuelitas, con salsa espesa y perejil, verdaderamente exquisitas.”

O de las angulas:

“Sobre la vida de la angula y sus amores se ha escrito mucho: Sobre sus peregrinaciones por el Atlántico y por el Mediterráneo, sobre su costumbre de venir, a dejar que las cojas por lo visto, a los ríos españoles. Pero a nosotros no nos interesa la vida de la angula, sino su muerte, y por eso, cuando se nos presentan humeantes, ante su defunción nos quitamos el sombrero y gritamos ¡Bravo!”

Y así podríamos seguir con muchos ejemplos de los que solo mencionaremos su obsesión – lo menciona más de una vez en el libro – de que la paella sólo se pude comer buena en Valencia; porque resulta que Valencia tiene un agua malísima que es lo que le va bien a la paella y, por eso, cuando se hace con agua más limpia, clara y pura sale fatal. Por eso, hay que ir a Valencia a tomarla.

Más detalles; sus juicios – de 1957 – sobre los vinos españoles es profética. Su opinión era que en España había muy buenos vinos pero que le faltaba una mejor elaboración, cuestión en la que se ha ido, afortunadamente,  perseverando y mejorando hasta hoy.

Es una guía muy divertida y el primer capítulo, que refiere su particular guía desde la entrada de Francia por el País Vasco hasta Madrid, es especialmente fascinante y entretenidísima. Y el resto de capítulos –con algún altibajo – siguen el mismo tenor.

Por otro lado, al hilo de su paso por diferentes lugares, hace reflexiones muy interesantes sobre el carácter de los españoles. Por ejemplo, su opinión de que los españoles nos caracterizamos por la continua falta de acuerdo entre nosotros es taxativa: cada español tiene su opinión…y ¡punto! O su descripción del carácter melancólico y contemplativo de los castellanos, que es tremendamente sugerente.

“(….) pero para vivir en Castilla no hace falta ser rico y por eso los castellanos no se dan cuenta que son pobres. Miran la infinito y están en comunicación con las estrellas (….) Rodar por Castilla es haberse salido ya del mundo, porque Castilla no se parece a nada, ni siquiera al desierto, porque el desierto es una zona deshabitada y Castilla está llena de presencias más o menos visibles (…) Si a cualquiera de ellos le dais una fortuna, su vida no ha de variar (…) ¡Para qué vamos a dejar de mirar al horizonte como esperando lo sobre natura, que es elo que verdaderamente hay que hacer en Castilla!”

Otra cuestión importante es la honestidad de su guía, sosteniendo que, a lo mejor, puede fallar en algún detalle de fechas o de historias pero que no va hablar de nada que no haya visto y pateado; por lo que es una especie de “guiamichelín” en que sólo se habla de restaurantes, bares, merenderos y hoteles en los que ha estado personalmente.

Y así se va pasando el libro que tiene cierta irregularidad. Pero en todos los capítulos hay algún detalle de originalidad, o de buen gusto; alguna salida de pata de banco o alguna cosa que te hace reír o alguna genialidad.

Es, en definitiva, una obra - no menor - de un gran escritor, de una figura cultural inmensa que está esperando que crítica y público lo sitúen donde le corresponde en la historia de la cultura española del siglo XX y que no puede ser más que en los lugares más altos.

martes, 15 de julio de 2014

De vuelta al calorón

Vuelvo a este Madrid de nuestros pecados donde el verano seco, africano y extenuante ha llegado de golpe. Y el contraste es fuerte desde dónde vengo, el norte de Portugal y de la Ría de Pontevedra. Ahí hemos estado en esas pequeñas grandes ciudades de Portugal, educadas y silenciosas, decorosas y limpias: Guimaraes, Barcellos, Povoa de Varzim...



Playas de Povoa de Varzim

Casí igual que el nuevoriquismo cutre que señorea las noches de Sanjenjo, en que han destrozado con una retahila de bares de copas y de restaurantes de quiero y no puedo lo que antes era el barrio de pescadores, ese nuevo paseo marítimo con bloques de a ocho plantas con el nuevo puerto y amarres, con los barcos deportivos a quince metros de la Playa de Panadeira que, obvio es decirlo, se han cargado.

Mi amigo J, que mamó esa tierra de pequeño, es un pesimista. Sostiene que la capacidad del pueblo gallego para cargarse el litoral es extraordinaria; lo nunca visto. "No te puedes imaginar Pedro; la Ría de Pontevedra era el paraíso... y se lo han cargado". Algo debe haber de cierto. 

Por la carretera de la costa de Sanjenjo a Pontevedra, hay una rotonda absurda con un letrero desopilante que te manda - si quieres - a algo así como "Terrenos urbanizables 1 y 18". Y allí se pueden ver, monte abajo y al fondo la Ría, las carreterillas y farolas que, dentro de no mucho, se habrán de rellenar de chaletes y piscinillas para cargarse otro trozo más de esa costa que un día fue el paraíso.




Vista de la Playa de Areas

Menos mal que el destrozo no ha llegado aún del todo a Areas y su playa, cuyas arenas y las gentes que por allí paran siguen siendo la gloria de la tierra. Allí echamos el día - con sus correspondientes cervezas, albariños y empanadas - entre la playa y la umbrosa y tranquila terraza del Hotel Riveiro. Eso, como Portugal, sí que vale el viaje.

viernes, 18 de octubre de 2013

Me gusta el turismo

Mira tú por dónde, el turismo y los aeropuertos nos ha conducido directamente al mundo de la música dabadá. Porque la banda sonora de El turismo es un gran invento es una de las cumbres de la música dabadá.


El alcalde y secretario de Valdemorillo del Moncayo
en viaje de trabajo, descubriendo el invento del turismo

Fue compuesta por el gran compositor Antón García Abril, prolífico autor de bandas sonoras y sintonías de series de televisión y películas españolas de los años sesenta y setenta. Aparte de sus méritos indudables y reconocidos como compositor clásico o sinfónico, García Abril es, hoy día, un auténtico mito de la música dabadá o incidental que imperó durante esa época en el cine europeo y español, y que aún hoy tiene una gran cantidad de seguidores.

La canción principal de la banda sonora, Me gusta hacer turismo, tiene una melodía fácil y pegadiza, pero muy original, y el autor o autores de la letra – que desconozco quienes son - clavaron el jocoso espíritu de la película, relativo al deslumbramiento del turismo de playas, sol y rubias que se nos vino encima.

Me gusta hacer turismo
es algo estimulante
es una emocionante
manera de viajar.

Olvide sus problemas
no piense en los negocios
y déjele a su socio
el debe y el haber.

Relájese en la arena
consígase un flirteo
y sienta el cosquilleo
del sol sobre su piel.

Y luego por la noche
con un whisky delante
descanse en el sedante
sillón de un buen hotel.

La primera estrofa puesta en prosa, y pronunciada con un cierto engolamiento, bien podría servir como recambio de las actuales soflamas y cantos al magnífico invento del turismo que están promoviendo nuestros políticos. En la segunda, se describe una cualidad característica de la organización hispana del trabajo - o barullo cortijero - en que es corolario principal escaquearse y endilgarle al socio el trabajo.


Actuación de las Bubby Girls

En las dos últimas estrofas está el sueño de unas vacaciones inolvidables hispanas en los mediterráneos de los sesenta-setenta. A saber: flirteo con suecas, sol y luego relax con whisky y sillones sedantes en un buen hotel. Claro, que los más marchosos, como el alcalde de Valdemorillo del Moncayo y su secretario, José Luis López Vázquez, podían acabar el día viendo el espectáculo de las Bubby Girls en el hotel Don Pepe.

Un planazo, se mire por donde se mire.

miércoles, 16 de octubre de 2013

El turismo es un gran invento

En España sabemos que el turismo es un gran invento por lo menos desde 1968 en que Pedro Lazaga rodó la película del mismo título de la factoría Pedro Masó. Por ello, da algo de alipori oír, en estos días, las declaraciones de los barandas responsables del turismo y de los aeropuertos de nuestro país. Posiblemente sea un problema, que es general en España, de la competencia de quienes nos gestionan y gobiernan.


Pero ahí los tienen. A los responsables del Ayuntamiento y de  la Comunidad de Madrid a la caza de aerolíneas  chinas y de turistas chinos forrados e intentando vender que en Madrid se puede comprar todo ¡un hub del lujo a nivel mundial!, que es lo último que nos quedaba por oír. 

O también, por ejemplo, las del Secretario de Estado de Fomento, Rafael Catalá, a RNE. Hablan del turismo como si estuviéramos en segundo de la ESO; simplezas del tipo de:  si ponemos más líneas aéreas en los aeropuertos aumentará la posibilidad de que vengan más turistas. Francamente, no sé si hemos avanzado mucho desde los discursos de Paco Martínez Soria en la película citada, alcalde de Valdemorillo del Moncayo, que ya tenía planes turísticos para su municipio.

O las de la ministra Ana Pastor referentes a las bonificaciones de las tasas aeroportuarias – plan copiado, por cierto, de las tomadas por las autoridades portuguesas en Porto. ¡Que las bajen directamente, y se dejen de bonificaciones. Pero no; las tasas no se pueden bajar nominalmente, porque (sic) las tasas aéreas son el medio para recuperar la inversión aeroportuaria realizada, después de que entre 2001 y 2011 se invirtieran 18.000 millones de euros en infraestructuras aeroportuarias de la red, con un incremento del 0,2% en las tasas durante ese periodo y una deuda acumulada de 14.000 millones de euros.


T4 Barajas. (de Wikipedia)

Que – en lo que se refiere a las tasas- es donde está el problema: ¿por qué carajo se tuvieron que hacer los aeropuertos galácticos, sobredimensionados y absurdos? De los que es paradigma la T4 Barajas, ese monumento faraónico al absurdo, que jamás se ocupará, a no ser que dentro, en la zona de descarga de maletas, pongan los casinos de Sheldom Adelson; y en la de arriba, el nuevo estadio rojiblanco. 

Porque con viajeros y aerolíneas no hay visos. Lo dicho: que bajen las tasas de una vez y pongan los 14.000 millones de euros, que dice la ministra, a deuda perpetua del Reino de España.