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miércoles, 30 de septiembre de 2020

La pringá y más cocido

 Ollas y cocidos



Ollas y cocidos han sido objeto preferente de poetas y literatos que le han dedicado bastantes poemas a este plato con diversos enfoques; atendiendo a sus variedades regionales o a otras cuestiones. Vamos a dedicar a ello, en estos 2019 y 2020, algunas entradas al asunto.  Saldrán según se nos vaya ocurriendo; a nuestro ritmo pero siempre con todo el cariño y nuestra mejor dedicación.

El domingo pasado, poco después de la llegada del otoño, tuvimos el primer cocido de la temporada, con rellenos y pringá. Mínimos desajustes en la cantidad de algunos ingredientes pero el morcillo estuvo muy rico y los garbanzos salieron superiores. Ahora a  mejorar en el próximo.

He recordado dos poemas, recogidos en  Florilegio lírico del cocido de Guillermo Piera Jimenez, publicado por el Club de Amigos del Cocido, que se atribuyen  -como inéditos - a un Licenciado Morilla Repegui del que - con todo lo que es internet y tal - NO hemos conseguido saber nada.




El primero es una receta de un cocido clásico para 16 personas. que se desarrolla a lo largo de tres sonetos bien medidos y brillantes. Con sus "pelotas", cebolletas y salsa de tomate y sin que puedan faltar chorizos de rojo incandescente y tocino de cerdo bellotero. Buena receta; y para que no se líen, les recuerdo que una libra son 453,59 gramos.

El segundo poema está dedicado a esa maravilla que es la pringá. En el poema, al final, se opta por degustar la pringá como relleno, rociado con aceite, de  un bollo de pan candeal, (o telera). También está buena con pan tipo mollete, con cualquier otro pan...; ó a pura cucharada: una detrás de otra. 

Cocido para dieciséis

Pidió al Autor una dama -de mantuana cuna y muy próxima en sus afectos- la facilitara una receta para elaborar un cocido madrileño para dieciséis personas a las que había invitado a comer.

¿Dieciséis a la mesa? ¡Poca cosa!
Tomarás de garbanzos cuatro libras;
de morcillo otras cuatro, que sus fibras
harán que sea tu sopa sustanciosa.

Pondrás todo a cocer en un puchero
junto con dieciséis huesos de caña
dos gallinas hermosas -¡Viva España!-
y tocino de cerdo bellotero.

Cocerás, en ollita independiente,
un repollo cortado en cuatro trozos,
y de judías verdes tres puñados,

seis chorizos de un rojo incandescente,
zanahorias peladas -sin destrozos
dieciséis, dando al todo tus cuidados.

Desespuma aquel primer puchero,
sacando de él el caldo que precisas;
que cueza ahora -no le metas prisas
una horita -si el garbanzo es cochero

o dos, si no lo es; pon las patatas
-docena y media, muy bien peladitas
veinte minutos a cocer. Y quitas
del fuego el recipiente. Vas: lo catas,

y corriges de sal si es necesario.
En la olla vegetal, cuatro morcillas
con seis "pelotas" tú habrás añadido:

luego de diez minutos, el cocido,
en sus tres vuelcos (lo reglamentario)
podrás servir. Dispón en las orillas

de los servicios de cada comensal
cebolletas, y para gran deleite
de su gusto, un espléndido aceite
de oliva virgen. Y un poquito de sal.

Sirve un vino excelente: riojano,
si puedes, sino un, manchego viejo
(verás cómo agradeces mi consejo)
Y ya está. Al alcance de la mano

la salsa de tomate con comino
y el pan, para untar tuétano y tocino.
Tendrás así un gran triunfo en el empeño

de cocinar para toda esa gente
un sabroso, abundante, consistente
y auténtico cocido madrileño.

EL LICENCIADO MORILLA REPEGUI.  Poema inédito.

La pringá

Premia siempre el Señor las buenas obras,
y obra más buena no se ha conocido
que la de, tras la ingesta de un cocido,
el aprovechamiento de las sobras
pergeñar, porque Dios sea servido.

Tal vez porque pringando la vianda
que pudo haber sobrado, en pan del día,
se es consciente de obrar como Dios manda,
la llamaron pringá en Andalucía.
fue allí donde aprendí cómo se hacía:

Pica en pequeños trozos, con cuchillo
afilado, de acero albaceteño,
la morcilla, el jamón, el tocinillo,
el chorizo y la carne de morcillo.

Cuando hayas rematado el desempeño
desposee de su miga a una telera,
unge su entraña de aceite virginal,
hínchela del picado original
(la pringá, del pecado te libera).
Apriétala, cómela: punto final.

EL LICENCIADO MORILLA REPEGUI.  Poema inédito.

viernes, 12 de abril de 2019

El cocido madrileño 1.

Ollas y cocidos


Ollas y cocidos han sido objeto preferente de poetas y literatos que le han dedicado bastantes poemas a este plato con diversos enfoques; atendiendo a sus variedades regionales o a otras cuestiones. Vamos a dedicar a ello, en este 2019, algunas entradas al asunto.  Saldrán según se nos vaya ocurriendo; a nuestro ritmo pero siempre con todo el cariño y nuestra mejor dedicación.


De vuelta a Madrid en esta loca primavera en la que la nieve se ha posado en  Somosierra y la Sierra de los Cameros. Lo ha podido ver este buzo en su vuelta desde tierras riojanas en que ha hecho durante una semana el Camino de Santiago, desde Estella hasta Santo Domingo de la Calzada. Camino del que acaso contemos algo en este blog más adelante.

Y en el Camino no hemos comido cocido. Otras cosas deliciosas, sí; como caparrones con chorizo y estupendas verduras: menestra o alcachofas… Pero cocido, no. Y al llegar a Madrid hemos vuelto a pensar en cocidos, animados por esta bajada de las temperaturas con lluvias, (que esperemos que no duren mucho para que no se fastidie la Semana Santa). Y a retomar este recorrido literario por los cocidos para dedicar una primera entrega al cocido madrileño.

El cocido madrileño. 1

El gran poema clásico y más conocido sobre el cocido madrileño es, en la opinión de quien esto escribe, el que el periodista y escritor José Fernández Bremón, (Gerona, 1839 - Madrid, 1910), escribió, el 18 de octubre de 1891, en las páginas de la revista Blanco y Negro.

José Fernández Bremón

Estaba dedicado a Ángel Muro Goiri, (Madrid, 1839 - Bouzas-Vigo, 1897), gastrónomo, escritor e ingeniero español, autor de famoso manual de cocina El practicón y  que podría considerarse como el primer periodista  gastronómico que hubo en España. Sus tres primeras estrofas dan la receta de un cocido sencillo de la época. Lo incluimos a continuación:

Con medio kilo de vaca
y diez céntimos de hueso,
un cuarterón de tocino,
un buen chorizo extremeño,
y garbanzos arrugados
que ensanchan en el puchero,
sale en mi casa un cocido
que nos chupamos los dedos.

Cuando llega la matanza
se compra hocico de puerco,
y echo un cuarto de gallina
si hay en casa algún enfermo.

Solemos tomar de sopa,
arroz, sémola o fideos;
si es pan, con hierbabuena;
los macarrones, con queso.

Nunca en su tiempo perdono
los nabos foncarraleros,
las judías de La Granja
y los cardillos más tiernos.

Mi ensalada es de escarola,
de lechuga o de pimientos;
el gazpacho es muy sencillo,
con poco pan y muy fresco.

Mis postres no son de lujo:
torrijas, miel, higos secos,
albillo dulce de otoño
y uvas de cuelga en invierno.

Con cebolletas y rábanos
mi mesa a veces refuerzo,
y aceitunas de Pastrana
que yo mismo me aderezo.

En fin, me gustan -y acabo-
el pan blanco recién hecho,
mantel limpio los domingos,
y Valdepeñas del bueno.

Así comieron en casa
mis padres y mis abuelos;
como es sana la comida
todos morimos de viejos.

Cuando quiera usted probarla
a las doce lo ponemos,
que a la española se come
el cocido madrileño.

Téngame usted por su amigo,
Joaquín García Cornejo,
fábrica de mariposas
en la calle de Toledo

José Esteban en su magnífico libro Breviario del cocido,  indica (sic): “Como no podía ser menos Ángel Muro contestó a Bremón por ley de cortesía gastronómica y cocidesca”


Ángel Muro Goiri

Lo hizo en el periódico "La Época" de Madrid, el día 27 de Octubre de 1891 con el zumbón poema - receta incluida en su última estrofa - que figura a continuación.

A don Pepe F. Bremón,
al escritor más correcto,
al prosista más castizo,
al poeta cuyos versos
en la mesa del Parnaso
tiénense en mayor aprecio
que el garbanzo de Saúco
en el español puchero…
Al que ha sido tan amable
que envuelta en el Blanco y Negro,
me envía preciosa carta
que firma Joaquín Cornejo,
industrial de mariposas
de la calle de Toledo…
le dirijo humildemente
en este romance un ruego
que se sirva transmitir
al dicho mariposero,
esta es mi contestación
sin pérdida de un momento.

Ayer a las doce en punto,
fui a la calle de Toledo
y busqué casa por casa
la de usted, señor Cornejo.
Desde la Plaza Mayor
hasta el mismo matadero
recorrí todas las tiendas,
penetré en los entresuelos,
subí a los pisos segundos
y entré en los cuartos terceros.
Yo ¡Cornejo! repetía
con melancólico acento
y a mis voces contestaba
con tono burlón el eco…

En fin que en aquella calle
ni hay cornejas ni cornejos,
ni mariposas ni fábricas,
ni garbanzos ni pucheros.
Digo mal: eran las dos,
el hambre no tiene dueño,
y, sin saber lo que hacía,
me metí en un merendero.

Un puchero, que pedí,
me sirvieron al momento;
era un precio de tres reales,
y estaba bueno, muy bueno:
tres onzas de rica vaca
con un poquito de hueso;
otra onza de tocino,
cien garbancitos muy tiernos,
una patata flamenca,
un par de nabos gallegos
y judías de La Granja,
un tomate y un pimiento.
Faltaban, naturalmente,
el hociquillo del puerco,
el alón de una gallina
y el buen chorizo extremeño,
y como sano manjar,
es más sano este puchero
que el que coció usted ayer
en aguas de Blanco y Negro.

domingo, 3 de febrero de 2019

El cocido. Gabriel Celaya.

Ollas y cocidos


Ollas y cocidos han sido objeto preferente de poetas y literatos que le han dedicado bastantes poemas a este plato con diversos enfoques; atendiendo a sus variedades regionales o a otras cuestiones. Vamos a dedicar a ello, en este 2019, algunas entradas al asunto.  Saldrán según se nos vaya ocurriendo; a nuestro ritmo pero siempre con todo el cariño y nuestra mejor dedicación.


El cocido... ¿Quien lo hace?

Acostumbrados a una cierta tradición castiza asociada la literatura sobre el cocido sorprende, en principio, que Gabriel Celaya, uno de los máximos representantes de la poesía social española, que acompañó nuestras vidas durante la segunda mitad del siglo XX, le dedicara un notable poema.



Gabriel Celaya 
(Alberto Schommer en Wikipedia Commons)

En el poema, por  un lado, se respira esa bohemia y ambiente de los escritores e intelectuales contestatarios de la época:

"Se discuten principios...
Se afilan las ideas. Se vuelve y se revuelve
lo que sí, lo que no, lo que creo yo..."

Pero el poeta advierte que hay que seguir con los pies en la tierra. ¿Y cómo lo hace? Preguntándose quién hará el cocido cotidiano.

"...Se da por sabido

que uno, al llegar a casa, tendrá su cocido.
Y de dónde sale?"

Y es que el cocido, hasta más que mediado el siglo XX, se comía prácticamente todos los días en las casas de muchas regiones españolas.

A veces hasta la saciedad. Como la de mi cuñado que estudiaba bachillerato interno lejos de su casa y que, cuando volvía en las vacaciones al pueblo, interrogaba a su madre a diario: "Hoy ¿qué hay de comer?; ¿comida o cocido?". Casi siempre la contestación era cocido por lo que, según ha confesado, lo llegó a aborrecer.

Mientras tanto en el poema, la discusión y los principios llegan hasta a la casa a la hora de comer. Y la gran pregunta: "Y el cocido, ¿quién lo hace?"

EL COCIDO

Se discuten principios. Se da por sabido
que uno, al llegar a casa, tendrá su cocido.
Y de dónde sale?

Se afilan las ideas. Se vuelve y se revuelve
lo que sí, lo que no, lo que creo yo.

Y encima, dale,
cuando uno vuelve a casa sigue en la discusión,
y le dice a su mujer: «¿No tenía razón?»
Y el cocido, ¿quién lo hace?

Gabriel Celaya. (Hernani, Guipúzcoa, 1911 - Madrid, 1991).

jueves, 3 de enero de 2019

Un cocido en La Moraña. Constantino de Lucas Martín.

Ollas y cocidos


Ollas y cocidos han sido objeto preferente de poetas y literatos que le han dedicado bastantes poemas a este plato con diversos enfoques; atendiendo a sus variedades regionales o a otras cuestiones. Vamos a dedicar a ello, en este 2019, algunas entradas al asunto.  Saldrán según se nos vaya ocurriendo; a nuestro ritmo pero siempre con todo el cariño y nuestra mejor dedicación.


Un cocido en La Moraña

La Moraña es una comarca natural de la provincia de Ávila, situada en su zona norte entre las provincias de Salamanca, Valladolid, Ávila y Segovia. Con capital en Arévalo, se puede dividir en tres partes: en el norte la denominada Tierra de Arévalo. Entre el río Arevalillo y la provincia de Salamanca La Moraña Occidental y, entre el río Arevalillo y la provincia de Segovia, La Moraña Oriental; esta última atravesada por los ríos Adaja y Voltoya.




Campo de cebada en La Moraña (Wikipedia)

Su altitud media sobre el nivel del mar es de unos 900 metros. Es un territorio llano de tierras uniformes, salpicadas por algunos hitos y colinas así como algunos valles y lavajos, en las que tradicionalmente se alternaba el cultivo del cereal y de las legumbres con los rebaños de ovejas. La presencia del río Adaja y sus pequeños afluentes, que atraviesan esta comarca, proporcionan zonas boscosas y húmedas. La economía de la comarca es, principalmente, agrícola. Durante el siglo XX el tradicional paisaje cerealista se fue transformando en una alternancia de cultivos de secano y regadío gracias a las perforaciones, con la aparición de cultivos de regadío ajenos a la región como remolacha azucarera. 

Cantor insigne de esta tierra fue Constantino de Lucas Martín, curioso personaje del que, de algunas páginas de internet, hemos recogido lo siguiente.

Don Constantino de Lucas Martín, más conocido como el "Cura de Machín", nació en Viñegra de Moraña en el año 1882. Cantó misa el 21 de marzo de 1910, desarrollando su labor pastoral en Bilbao, Granada, Orense y también como Capellán Castrense en la zona sur de la Península y norte de África, hasta que en septiembre de 1.922 es licenciado de capellán por enfermedad, fijando su residencia en la Finca Machin de Arévalo ... donde se le veía, muchas veces, dando paseos, ejerciendo su principal afición, la lectura y escribir. Recibió el título académico de la Real Academia Hispanoamericana de las Ciencias y las Artes de Cádiz el 18 de mayo de 1926... 



Constantino de Lucas

Murió en diciembre de 1947 a los 65 años de edad y fue enterrado en Arévalo. Entre sus obras podemos destacar la novela La Virgen de Genazzano, el auto sacramental El Pan de Flor o los poemarios Romances de Guerra, Del color de mi bandera y Nuestro Dios y Nuestra Patria. (Ver nota 1). 

Sin embargo, su obra más conocida es el libro de poemas titulado Morañegas, obra en la que expone un amplio y detallado recorrido por las características de los pueblos y gentes que conforman La Moraña. De Morañegas es el soneto La comida casera campesina que describe, suponemos, el cocido que debía tomar el autor; y que copiamos a continuación.

La comida casera campesina

De Tiñosillos cuece en el puchero
el garbanzo de Arévalo famoso,
que por lo tierno, suave y mantecoso,
es en ambas Castillas el primero.

Echa carne de vaca o de carnero,
de "codillo" un pedazo sustancioso,
y un chorizo bofeño el más sabroso
de el "cagalar" que se curó al humero:

Añadirás de huevo y pan migado
el "relleno", y el caldo separado
las sopas calará en ancha cazuela.

Y pues... ya tienes el cocido hecho,
sentado de la lumbre a la candela,
cómelo al dar las doce...y ¡buen provecho!

En el primer cuarteto se mencionan el puchero del pueblo de Tiñosillos, (que fue, en su día, importante centro alfarero pues, en las primeras décadas del siglo XX, llego a haber alrededor de treinta alfarerías dedicadas a la producción de vasijas para agua, piezas para el fuego y tinajas); y "el garbanzo de Arévalo famoso"; uno de los mejores del país junto con el de Fuentesaúco.

Los ingredientes carnívoros se detallan, posiblemente resumidos, en el segundo cuarteto. Entre ellos destaca la mención a la carne del carnero, (alternativa a la de vaca), y al chorizo bofeño, esto es, un chorizo en el que se mezcla la carne con vísceras del cerdo. Y nos sorprende la ausencia de tocino. Completan los ingredientes del cocido, el relleno de huevo y pan migado y las sopas que hace el caldo.

El último terceto es como pase de firma de buen torero: rematando para finalizar. Con ese redondo verso final

"... cómelo al dar las doce...y ¡buen provecho!"

Leemos en alguna parte que el cocido morañego es quizás uno de los más antiguos y que más se aproximaría a la adafina, ese plato judío que parece ser el principal antecedente de nuestros actuales cocidos patrios.




Imágenes de Cocido morañego
(En www.turismocastillayleon.com)

Este cocido en la Moraña de Constantino de Lucas conserva de la adafina, en su receta en verso, la posibilidad de utilizar carnero. Hemos encontrado, en el Portal Oficial de Turismo de la Junta de Castilla y León, una receta del cocido morañego que sí, se nos antoja, parece acercarse a la adafina, (ver nota 2).


Notas

1. Nos quedamos con muchas ganas de saber más de este Constantino de Lucas. Nos quedamos sin saber si era de esos curas montaraces a tiros con las palomas de la iglesia o disparando codornices en los rastrojos de septiembre; o de lo que echaban de comer a gorriones y otros pajarillos de la "Finca Machín". Sabemos de él que fue nombrado el 26 de junio de 1937, (por el Excmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Toledo), Teniente Vicario del VIH Cuerpo de Ejército. También es mencionado como autor de furibundos poemas patrióticos en la tesis doctoral de Ginés Guirao Godínez, (de la Universidad Complutense de Madrid) de 2004 de título: "La vida cultural en una ciudad castellana de la retguardia franquista: Ávila.", en la que se indica: 

"CONSTANTINO DE LUCAS, capellán militar, se muestra un acendrado antimarxista en “Romances de la Guerrra: el batallón de Argel” (94); en “Romances de Guerra” se encuentra “Mari-Carmen” (95), alegato antimarxista no tan exacerbado como el anterior, y al mismo tiempo una exaltación del soldado nacional; el general Mola, al que se rinde tributo, en un lenguaje mediatizado por elementos militares, es el asunto de “Brilla la Cruz de Borgoña” (96); y si “Hacia la España Azul” (97) muestra un patriotismo sin fisuras, no menor resulta el de “Las boinas del Requeté” (98) con motivo de la exaltación de esta figura."

Sí que es seguro, que en su libro Morañegas, nos deja, entre otros, más poemas de contenido gastronómico como Versos en alabanza de una cocina de labranza, Abstinencia cuaresmal morañega Tranquilidad de conciencia y estómago, piezas, todas ellas, a las que nos gustaría volver en este blog, en un futuro.

2. Se reproduce, a continuación, la receta del cocido morañego de la página citada:

Ingredientes (Para 4 personas)

Para los garbanzos:
• 300 gr de garbanzos.
• 60 gr de tocino.
• 400 gr de carne de cordero.
• 50 gr de chorizo.
•Sal.

Para el relleno:
• 2 huevos.
•1/2 cucharada de perejil picado.
•2 cucharadas de vino blanco.
•1 diente de ajo picado.
•2 cucharadas de aceite de oliva.
•Pan desmigado.
•Sal.

Para la sopa:
•100 gramos de fideos.
•Pan duro.
•Sal.

Elaboración

Poner los garbanzos a remojo la noche anterior. Al día siguiente escurrirles, lavarles y cocerles con abundante agua (introducirles en el agua cuando esta esté caliente sin llegar a hervir). Añadir el tocino, la carne de cordero y el chorizo. La cocción será lenta, durante unas 3 horas aproximadamente (dependerá de la dureza del garbanzo).

Para elaborar el relleno: batir los huevos y añadir el ajo muy picado, el perejil, el pan desmigado, el vino blanco y la sal haciendo una masa para luego formar bolas ovaladas del tamaño de una cuchara sopera. Freírlas en un poco de aceite y añadirlas al cocido unos 30 minutos antes de terminar su cocción. 

Finalmente la sopa, colar el caldo de los garbanzos y llevarlo a hervir. Una vez esté hirviendo añadir los fideos y el pan troceado cociendo a fuego lento unos 15 minutos.