Leo el domingo, España, destino tercer mundo, avance del libro del mismo título escrito por Ramón Muñoz, periodista económico del diario EL PAÍS. Quintaesencia del pesimismo en estado más que puro se resume en: endeudados, sin fábricas, sin empleos y atrapados por el corralito.
Después de esta la conclusión, mejor no tener una ventana abierta cerca ni acordarse de aquella canción poppypunk italiana, Dammi una lametta che mi taglio le vene de 1982 – buena época también, de crisis, me refiero - que cantaba la rubia cantante Donatella Rettore.
Demasiado alpiste para este canario a un 14 de noviembre, día de huelga general. Pero me quedo, y la suscribo en su totalidad y crudeza, con la frase:
En los últimos a 30 años, hemos asistido a un escrupuloso proceso de desmontaje de toda nuestra industria (y de la agricultura) como paladines de la globalización. Algo que todos los países occidentales sufren, pero que ninguno ha celebrado como el nuestro.
Lo que sólo se explica por un incompresible, le parece al buzo, odio a la industria - a la empresa, en general - que se tiene en España. Probablemente sea esa la causa de que tengamos el honor de ocupar el puesto número 136 (de 185) entre los países con facilidades para crear una empresa. Es más difícil poner en marcha una empresa en España que, por ejemplo, en Afganistán, Albania o Zambia.
Les recomiendo que lean La bodega y el gallinero, artículo aparecido en El PAÍS el 21 de octubre. Ahí verán como, después de tres años y 10.000 euros en papeleo, conseguirá usted abrir una pequeña empresa – una bodega y almazara ecológicas - en Vejer de la Frontera. Es para que Berlanga resucitara y nos fabricara una buena peli. Estudios de impacto acústico – ¿hay algo más silencioso que una bodega? – a casi 3 km del lugar habitado más próximo, informe para preservar la calidad del cielo nocturno y – esto le encantaría a Julio Camba – un certificado de ¡innecesariedad !… de innecesariedad de la realización de una actividad arqueológica que, curiosamente, no había sido necesario para mover todas las tierras al construir la nave. Tampoco se pierdan lo de la utilización de la caca de 7 gallinas y 1 gallo para hacer compostaje; para lo que se tenía que cumplir con el Real Decreto 824/2005 sobre fertilizantes, lo que a la vista de las 74 páginas del mismo, desanimó al empresario.
Como para animar; y no es este caso, me consta, ni una excepción ni una mala suerte. Anda el gobierno con la nueva ley de apoyo a los emprendedores. ¡Que no la haga! Que suprime toda esta caterva de reglamentos de medio pelo y de tonterías varias y que deje a las empresas corrientes echar a andar más rápido. No es necesario que abran en tres días – que los conozco -, con que puedan abrir en un mes, le vale al personal.
Eso sí, estarán conmigo en que, lo de disponer de un certificado de innecesariedad, mola. ¡Ay quien pillara uno!
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