jueves, 25 de mayo de 2017

Brad Mehdlau en Madrid (19-02-2017)

Sí, es verdad que la música mitiga la tristeza. El 19 de febrero en el Auditorio, la actuación de Brad Mehldau y su trío fue un paréntesis de calma y bienestar en un invierno frío y lleno de dolor y desconcierto. Allí fuimos toda la familia a una actuación que resultó memorable y, sobre todo, confortadora.


Al día siguiente Alex Vidal, en El País, escribió la crónica del concierto con el título Infinitas posibilidades de la melodía, de la que no me resisto a reproducir el siguiente párrafo:

"El concierto giró alrededor de las posibilidades casi infinitas de la melodía, de cómo trabajarla como un verdadero artesano más allá de géneros pero con una innegable tendencia al formato canción y una pasión explícita por la música pop. Trabajó Mehldau durante la mayor parte del concierto en un espacio muy limitado del teclado, convirtiendo el centro del mismo (y no sus notas más agudas o graves en los extremos) en un lugar desde el que surgían de modo constante nuevas ideas, creaciones a tiempo real, combinaciones de ritmo y melodía de una belleza lírica y fantasmal."

El tiempo se detuvo en la interpretación de And I Love Her de Los Beatles, mostrando la maestría y el atrevimiento de Mehldau con canciones recientes del pop y del rock que, de esta forma, van enriqueciendo el acervo de standards para el jazz, o lo que fuere que acaba tocando Mehldau que parece usar los esquemas jazzísticos para ir más allá (o más acá) con un camino propio. Y al final de la actuación nos dejó la energía de West Coast Blues de Wes Montgomery.

Y la noche fue un milagro de nuestra voluntad y de la excelente música de Brad Mehldau. Inolvidable y siempre en mi corazón.

Ahora, ya bien entrada la primavera, hay más luz; y de nuevo, bajo este hermoso cielo de Madrid, nos han sorprendido, como cada año, los chaparrones de mediados de mayo, las primeras oleadas de intenso calor y los nísperos, que este año han sido y están siendo magníficos. ¡Ay, si hubiera nísperos todo el año!

viernes, 19 de mayo de 2017

Viejos telediarios (1960). Joan Margarit.

Viejos telediarios (1960), de Joan Margarit, es ejemplo de un tipo de poesía en que se produce un tránsito del discurso poético por el discurso, en este caso, tecnológico.


Joan Margarit. Foto de la web Zona de jazz 

El poema trata de la presencia e influencia de los seres queridos muertos en quienes sobreviven. El barco  K “anclado” en un punto “fijo” del Atlántico, lanzando de modo incierto señales y ayudándonos con la meteorología, es imagen de la idea central del poema de que la presencia de aquellos que ya no están  y a quienes (aún) se ama, cuidan de nosotros y debemos estar atentos a encontrar sus voces  allí dónde se forman las borrascas.

Viejos telediarios (1960)

En los mapas del tiempo 
el punto K representaba un buque 
meteorológico que estaba anclado 
en medio del Atlántico, 
allí donde se forman las borrascas.

Aquellos a los que amas y se llevó la muerte 
son lejanas presencias.
Cuidan de ti en algún sentido, 
y hasta puede que alcances a encender 
en tu interior sus restos oscuros y herrumbrosos.
Busca muy lejos dentro de tu mente, 
y habla con tus muertos 
allí donde se forman las borrascas.
Barco fantasma en el espejo, al alba, 
son las luces del K, que tan pronto surgen 
como se hunden, detrás del oleaje.

Cálculo de estructuras.Visor, Madrid, 2008

Joan Margarit
(Sanahuja, Lérida, 1938)


miércoles, 10 de mayo de 2017

Clásicos de la prensa en primavera

En esta temporada en la que diversas circunstancias ocurridas en los últimos meses han paralizado mi actividad en La perplejidad del buzo, en el momento "Begin the beguine" actual, se nota uno bastante atascado y dubitativo, con pocas fuerzas para seguir. 

Creo una de las cosas que anima es comprobar cómo en el mundo sigue ocurriendo lo de siempre y que hay temas que aparecen por estas fechas en la prensa sí o sí; porque, igual que La Violetera, son "Como aves precursoras / de primavera."

Me refiero, en concreto, a lo que son ya dos clásicos en la prensa nacional por estas fechas. En primer lugar está el artículo contra la Semana Santa de Javier Marías, y más cercanos a San Isidro, la columna antitaurina de Manuel Vicent, que lleva a fecha actual, la friolera de xx años seguidos. Empezamos con Marías.



Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias de Zamora
(En semanasantadezamora.com)

Tengo que confesar mi admiración por Javier Marías cuya columna semanal en el dominical de El País, es una de mis lecturas favoritas. No porque sea de mi cuerda o esté siempre de acuerdo con lo que dice. Al revés; muchas veces no comparto sus opiniones, pero su columna dominical me parece original,  bien escrita y, por lo general, bastante divertida. Este año, en su artículo A calles tétricas, festín pagano, del  2 de abril volvió a gruñir, enfurruñado y enfadado - a estas alturas - por las las semanas santas del pasado que, pese a las exageraciones - por cierto, con lo de comparar "aquellas Semanas Santas" con los territorios hoy controlados por el Daesh o los talibanes  se ha pasado de frenada - es, al final, un ejercicio de nostalgia y un canto de cariño a las películas de romanos que vuelven siempre por estas fechas del año.

Soy nieto, hijo y padre de congregantes; y me gusta la Semana Santa por muchos motivos. Podría estar muy cabreado con este artículo. Pero no. El papel de comecuras, (de curas de hace 50 años), me resulta un poco cansino y echo en falta empatía y un poco de sentido del humor. 

Como por ejemplo el humor de Manolito el pollero, que no le debía gustar la Semana Santa y escribió el brillante e irónico poema Semana Santa.

Jueves santo,
Viernes santo,
duelo y llanto.
Tanta aflicción es de espanto;
no sé ni cómo la aguanto,
ni soporto ni resisto,
ver al hombre, ver a Cristo
tragar hiel ¡está tan visto!
y en filas indias detrás
y delante nazarenos,
nazarenos,
nazarenos,
unos diez mil, indio más
indio menos,
el interminable lote;
por docena, un iscariote,
de agudos de capirote;
el impenitente brote
de unicornios
de bicornios
de tricornios;
la teoría del cuerno
rogándole al Padre Eterno
que nos libre del Infierno.
Y el blandón, el cirio, el hacha,
y el hacha, el cirio, el blandón,
y suma y sigue la racha,
y ¡toma!, más procesión,
y otro paso, y otro envite,
hasta que Dios resucite.
y, ¡que tonos!
la semana está de monos.
y va, que arde, de cera
litúrgica la carrera;
la de Cristo nos espera;
muchos,
muchos,
muchos,
muchos,
¡¡cucuruchos!!

Y no es que le tuviera tirria a la religión. Todo lo contrario, ya que escribió uno de los villancicos mas bellos del siglo XX.


“Cuando con los otros niños
de niño jugabas Tú,
¿sabías o no sabías
que eras el Niño Jesús?”