Volviendo poco a poco al ser habitual, comienzo a leer libros rescatados. Me ha guiado, sin duda, el corazón ; y los dos primeros elegidos han sido Hora prima de Erri de Luca y La cocina cristiana de occidente de mi señor Cunqueiro.
En el primer capítulo de Hora prima nos habla de como tratar de recibir la palabra sagrada, de dejar que nos llegue; dónde se define como no creyente, pero no ateo. "No me considero ateo" -dice - "El ateo se priva de Dios, de la enorme posibilidad de admitirlo, no tanto para si mismo cuanto para los otros. Dios no es una experiencia, no es demostrable, pero la vida de los que creen en él, la comunidad de los creyentes, sí es una experiencia. No, no soy ateo. Soy uno que no cree".
En el prólogo de La cocina cristiana de occidente, Cunqueiro plantea el plan del libro; terminando con la definitiva frase de Pedro Mourlane Michelena: "sin vino no hay cocina, pero sin cocina no hay salvación, ni en este mundo ni en el otro".
Así que uno se plantea si debiera escribir solo de fe y de cocina. Entonces me dice el señor Colón:
- ¡Hombre, buzo!; ¿y la música, las cancioncillas y esa música elegante del Jazz?, no lo va dejar, ¿no?.
- No, casi que no, le digo.
Silencio. Colón insiste en otro tema:
- Y lo que le gusta a Vd. la poesía, que se le ve feliz contando de poetas y de poesías.
Me deja pensativo y vuelve la carga:
- ¿ Y las perplejidades, dónde se quedan la perplejidades?
- Oiga Colón - le digo - ¿No cree Vd. que en esos cuatro campos ye van a surgir bastantes perplejidades?
- Si, pero fuera, hay muchas más perplejidades.... y Vd. Buzo, ...¡tiene un deber que cumplir!
Y se va, como diciendo ¡Ahí queda eso! Me quedo estando en las mismas. Pero creo que debería empezar por fe y poesía
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