Hemos estado entretenidos esta semana con las manifestaciones de desagrado, literalmente, “dolor y profunda inquietud” y protestas, (ante la “clara desautorización de la vida eclesial de la diócesis y del intento de variar su rumbo”), con motivo del nombramiento, por parte del Papa, de monseñor Miñana como nuevo obispo de la Diócesis de San Sebastián, mostradas, en primer lugar, por el Partido Nacionalista Vasco y, después, por la mayoría del clero regular de dicha diócesis, me atrevo a sugerir una solución definitiva para la solución del conflicto.
Dado que ambos colectivos consideran, (desconocemos lo que piensa los fieles católicos guipuzcoanos), que la identificación nacionalista que debería ostentar la Iglesia en Euskadi es tan importante, (lo que podría equivaler a decir que una buena iglesia vasca debería estar sometida o, si no se quiere exagerar, ser muy, pero que muy acorde al nacionalismo vasco), sugiero que, al igual que ocurrió en Inglaterra con Enrique VIII, promuevan una iglesia que esté por decreto sometida al poder político, una Iglesia Reformada Euskaldun, sometida, al presidente del Euskadi Buru Batzar ó bien, (siempre que fuera nacionalista), al lendakari. Además, puesto que se trata de una rebelión contra una decisión del Papa, es imprescindible que encuentren un obispo o arcipreste “lefevre” y promuevan un cisma frente a la Iglesia Católica. Nada de los “envidos” de siempre, que ya van cansando. Un órdago. A lo grande. Con un par.
Una especie de cisma neoanglicano en vascuence adobado de ikurriñas y batzoquis. Sería ideal. De paso, y ya con la nueva iglesia acorde con la ideología nacionalista, podrían ajustarse algunas cuestiones doctrinales de menor entidad. Entre ellas, encajar la nueva posición sobre el aborto del PNV favorable una ley de plazos, y ajustar el concepto de caridad cristiana que, lógicamente, no debería ser igual entre y para nacionalistas que para con el resto del personal.
La sección musical
ESTAMOS EN NAVIDAD (1)
Un ejemplo paradigmático de canciones estándar son las canciones de Navidad. En español, los villancicos y en inglés, en la tradición americana, los “christmas songs”. Llegan todos los años por las mismas fechas. Hay gente que piensa que cada vez llegan antes. Los hay que adoran los villancicos, y hay, también, gente que los odia. Lo cierto es que desde primeros de diciembre ya suenan los peces en el río; navidad, navidad, dulce navidad; jingle bells, jingle bells… Como cada año, los niños y los más grandes nos dejamos seducir por las mismas melodías y las mismas letras que acompañan nuestra vida.
A algunos nos han acompañado hasta en verano. En los viajes a la playa cuando mis hijos eran pequeños (unos 4 o 5 años), era imprescindible llevar en el coche una cassette de villancicos para hacer más llevadera la pesadez del viaje. Así que allá que nos íbamos, con un sol de justicia fuera del coche, a menos de una hora del mediterráneo, cantando a todo volumen: Hacia Belén va una burra, rin, rin.. Y tan felices. En próximas entregas hablaremos un poco más de canciones de navidad, tanto de villancicos, como de christmas songs.
Para finalizar, os voy a contar cual es mi villancico preferido. A veces creo que está ya, casi, sólo en mi memoria, (o en mi corazón). Cuando yo era pequeño, cada año en Nochebuena, después de cenar con mis abuelos y mis padres y de haber ya cantado algunos villancicos más alegres, se hacía un silencio y mi tía Eloína, mi madre y mi abuela Teresa empezaban a cantar un villancico que decía:
La virgen tiene los ojos
Llenos de lágrimas bellas,
Que se le caen por el manto
Y lo salpican de estrellas
Al acabar, todos teníamos media lágrima en los ojos. Ese momento era para mí, exactamente, la Nochebuena.
Seguiremos. ¡Féliz Navidad!
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