En la década de los setenta,
la obra del poeta argentino Alfredo
Veiravé da un giro hacia un tipo de poesía – que algunos denominaron
antipoesía – con vocación de estar en el mundo de todos los días y en la que
uno de sus rasgos fundamentales fue incluir objetos y temas - impropios en la
tradición poética anterior - que remitían de forma reconocible al mundo
cotidiano y a la actualidad de los conocimientos.
De ese modo, la ciencia y la
técnica aparecen de forma natural en numerosos poemas de Alfredo Veiravé. Como en este poema en que se fantasea con un
extraterrestre y se postula la cabeza como un Laboratorio central donde se producen fenómenos químicos y
eléctricos.
Laboratorio central
Cuando me encuentre en un
parque de Rusia
con mi primer extraterrestre
seguramente tendré un poco de
miedo de su figura
humana diferente
como frente al poema que
empieza a hablarme
después de una mala noche,
como el mudo a quien le han
devuelto la palabra,
y seguramente trataré de
explicarle que nuestra cabeza es
también un laboratorio
central donde se produce una reacción
en cadena de fenómenos
eléctricos y fenómenos
químicos
que algunos alimentan con
alucinógenos con
alcoholes
(yo más modesto recurro al fatal
cigarrillo de la vida)
con levitaciones de una sola vuelta
por el inconsciente estructurado como un
lenguaje,
y que es allí en esa pequeña
zona donde producen
todas las
tormentas y las fiestas del
texto,
esta memoria que sueña con
las palabras
del insomnio, pero seguramente el huirá
entre los árboles hacia su
nave madre,
dejándome otra vez solitario
en mi escritorio, sobre estos papeles.
Habremos ganado esta batalla
antes de comenzar
a navegar por el silencio.
Alfredo
Veiravé
(Gualeguay/ Entre Ríos, 1928
– Resistencia/ Chaco, 1991)
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