Hace mucho que no tratamos de
cocina o de comida en La perplejidad del buzo, y hoy me gustaría reseñar un par
de noticias que han surgido en, más o menos, el último mes. La primera es la de las
impresoras 3D de comida, cuando a finales de mayo, nos encontrábamos con un llamativo
artículo de título suculento: La Nasa quiere imprimir comida.
Impresora 3D de comida
(de futurosposiblesimprevisibles.blogspot.com)
Aunque da para otro artículo completo, es de estudiar lo del formidable marketing del
sector informático y electrónico. Llevan las máquinas de prototipado rápido en
el mercado más de una década en el campo de la máquina herramienta y la
electrónica industrial de toda la vida; y de repente, ¡ale hop!, el genio – y el
dinero - del marketing del sector electrónico e informático de consumo, da en el clavo con el nuevo vocablo y - de paso - concepto: impresora 3D, y ya
tenemos un artículo de consumo más, con expectativas de ser utilizadas
directamente en fabricación, (¿?), más la publicidad con el descerebrado ese
que ha puesto en abierto en internet programas para fabricar (¿?) pistolas,
etc.
Vayamos a lo nuestro: impresoras
3D de comida, con el aliciente de que paga la NASA. Pues ya ven en el enlace; de momento, poco
más que hacer capitas. Galletitas con dos o tres capas, o sea, como las de Le
Petit Ecolier o las de Príncipe Beckelar, pero de una en una y, sin la higiene
de la industria agroalimentaria. O pizzillas que vete tú a saber; de quesos no
hablan y métele cartuchos: de harina, de sal, de polvo de tomate y etcétera de polvos de
otros ingredientes. No digamos ya, si se quisiera reproducir la perfecta comida de astronautas
que es el huevo duro, según pontificó el insigne Julio Camba. Ya hay algún cocinero modernete que está experimentando. De momento, no da para mucho y parece más
bien, sacado de Muchachada Nui. Pero vaya Vd. a saber. Veremos.
En principio, no parece mala idea, pero habrá que ver los límites y
el desarrollo de su aplicación. Porque el buzo piensa que lo malo no es que un restaurante
utilice productos elaborados o semielaborados, lo malo es que los que utilice
sean de pésima calidad. Posiblemente, es preferible comer una buena elaboración en un
restaurante a base de un precocinado de Cascajares, por hablar de una marca solvente, a una mala elaboración del mismo producto, partiendo de crudo, en el restaurante.
Y hablando de Francia, con la magnífica calidad de sus industrias de confit o
de foie, ¿le van a negar el "fait maison" a las recetas hechas en los
restaurantes con base a esos magníficos productos?; o ¿podrían dárselo a los chiringuitos
de comida rápida, más o menos multinacionales, que, al fin y al cabo, pasan por la
plancha la cosa que luego se pone entre panes?
De momento, el buzo se congratula de que el crujiente de morcilla, tapa estrella del Bar Capitol de Zamora, continúe siendo "fait maison" y se se siga haciendo como siempre.
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