Confieso que el pasado
día 28 de marzo entramos a ver Dos peor que uno casi a ciegas. Paseábamos por
Chamberí y entre que no habíamos entrado nunca
en los Teatros del Canal, y que la noche era estupenda - y daba tiempo entre sacar la
entrada y la hora de la función a dar una vuelta por Quevedo y Fuencarral y
tomarse un piscolabis – nos animamos.
Nos lo pasamos
pipa. Yo hacía mucho, mucho tiempo que no me reía tanto. Una obra gansa,
inteligente y muy bien actuada con Fernando Gil como protagonista – inmenso - con un magnífico elenco de actores y la originalidad de las transiciones entre escenas, amenizadas por el jovial conjunto músico-vocal
de Amelie Angebault.
Muy de acuerdo, pues, con la
crítica que apareció en el diario EL PAÍS el día 8 de abril. Y ahí vamos. Uno
se pregunta para que vale una crítica teatral en fecha tan tardía, sólo 4 días
antes de la última función, ya que obra estaba programada del 20 de marzo al 12
de abril.
¿Qué función tiene y
cómo se hace ahora mismo la crítica teatral en los diarios de Madrid?
Incógnita. Parece que, al menos en El PAÍS vienen agrupadas los jueves (¡¡!!); y como
vemos, parece que publican las críticas casi cuando ya no toca. En este caso, si se
descuidan, ya no habría sido posible ir a ver Dos peor que uno.
Que yo recuerde, en EL PAÍS,
Eduardo Haro Teclen, (al igual que los críticos teatrales de otros periódicos,
recuerdo a Lorenzo López Sancho de ABC), no se perdía un estreno; y casi al día
siguiente estaba la crítica en letra impresa.
Lo que va a acabar ocurriendo
es que el público sólo va a tener como referencia inmediata después de los
estrenos, las gacetillas y resúmenes de prensa de las productoras sin
poder acceder a la crítica viva, a tiempo y objetiva de los especialistas. Lo que
será - ¿o es ya? – una pena.
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