Las noticias sucesivas sobre Wolkswagen – que es el primer grupo
mundial de fabricación de automóviles - referidas a los millones de coches vendidos
en todo el mundo, que llevaban montado un software que trucaba el motor en el
momento de realización de los ensayos de emisiones contaminantes; y que se
inhibía en funcionamiento habitual, resultando una contaminación real muy por
encima de la medida en ensayo, nos sume en un montón de pensamientos
encontrados y pone en cuestión algunas cuestiones fundamentales que – sin tiempo
ni conocimiento en profundidad – sólo podemos atrevernos a esbozar.
En primer lugar las reglamentaciones entendidas en un
sentido amplio y completo. Es decir, no sólo lo que dicen las normas, sino también
los agentes implicados y su comportamiento, las normas para la realización de
los ensayos, los laboratorios en que se realizan, los reconocimientos mutuos y
las inspecciones. Aquí parece que ha acabado fallando todo.
La segunda es cómo gestionar una tecnología que en estos
días ya no es meramente electromecánica, sino que absolutamente todo: desde
automóviles a electrodomésticos, de microscopios a micrómetros…etc., lleva
incrustado en el alma, informática y programaciones declaradas y accesibles y
también - como estamos empezando a ver – programaciones no declaradas,
inaccesibles y, en ocasiones, ilícitas o ilegales. ¿Está preparada para bregar
con esto, esta sociedad permisiva en lo social y analfabeta tecnológica, con
justicia y administraciones y sus peritos y funcionarios, indoctos e ineptos en estas cuestiones?
La tercera es sobre la codicia que no cesa y que vemos cómo –
hasta llegar a la estafa – está infiltrada masivamente – más de
11.000.000 de vehículos - en Volkswagen,
hasta la fecha la mayor empresa de Alemania y una de las más representativas de
Europa. ¿Desde el orgullo y cima del mundo a la expulsión del paraíso?. En todo caso,
dura va a ser la caída.
Veremos en qué paran estas tres sendas que hemos señalado en estas líneas.
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