¿Cómo
y con quién iniciar una sección de gastronomía y poesía? Difícil elección. Los
galones de la antigüedad nos inclinan al Arcipreste
de Hita y a las luchas entre don Carnal y doña Cuaresma. O inclinarse por
alguna composición decimonónica con receta incluida, como el pimpante y jugoso
Cocido extremeño de Fernández Bremón.
Sin
embargo creo que la elección adecuada es Baltasar
de Alcázar, (1530-1606), ese gran poeta sevillano, coetáneo de Cervantes, que por su tono festivo,
burlón, jocoso y satírico, a veces, y por los temas más recurrentes en su obra:
los placeres de la buena mesa y los encantos y defectos de las mujeres; suele
figurar injustamente como como un poeta menor en numerosas historias de la
literatura.
Detalle del retrato de Baltasar de Alcázar
(Autor Francisco
Pacheco, (1564-1644). En Wikipedia)
Como
se indica en la página web de la sociedad gastronómica alavesa Zapardiel, (http://zapardiel.org.es), la
mejor definición de su obra es la que figura en la Enciclopedia Espasa: “Tan original como ingenioso, descuella
entre los poetas sevillanos por la travesura, gracia y malicia intencionada de
sus versos, su imaginación epicúrea y la facilidad con que salva todas las
dificultades de la métrica”.
Las
obras más conocidas de Baltasar de
Alcázar son las que tocan temas gastronómicos.
Una cena es,
posiblemente, su composición más conocida. Está compuesta en redondillas, estrofa de cuatro versos octosílabos que
riman en consonante. Con un procedimiento narrativo muy moderno, el narrador trata,
en su inicio, de contarle a Inés las
andanzas del caballero López de Sosa y su criado portugués, relato que se
interrumpe para empezar a cenar; y ahí comienza el verdadero poema en el que en
tono jocoso, relata los manjares que componen la cena; y le va poniendo
adjetivos a los vinos, morcillas,
ensalada, salpicón, quesos u aceitunas; proporcionando como conjunto una
prolija y divertida descripción de lo que se comía en las tabernas castizas de
España del siglo XVI.
….
La mesa tenemos puesta,
lo que se ha de cenar junto,
las tazas del vino a punto,
falta comenzar la fiesta.
Del vino.
Se
comienza con vino joven, clarete en concreto o aloque.
Comience el vinillo nuevo,
y échole la bendición;
yo tengo por devoción
de santiguar lo que bebo.
Franco fue, Inés, este toque;
pero arrójame la bota,
vale un florín cada gota
de aqueste vinillo aloque.
¿De qué taberna se trajo?
Mas ya... de la del Castillo;
diez y seis vale el cuartillo:
no tiene vino más bajo.
Y, entremedias, aparece el
refrán que tantas veces hemos visto escrito en los azulejos
artísticos que tantas veces hemos visto en los mesones viejunos que tanto nos gustan:
Si es o no invención moderna,
vive Dios que no lo sé,
pero delicada fue
la invención de la taberna.
Escena del siglo XVI. (De Enrique Villar Yebra)
Es la taberna española como
concepto, como lugar de paso y como meta; el sitio ideal
para pasar y ver pasar la vida; y luego irse… a otra.
Porque allí llego sediento,
pido vino de lo nuevo,
mídenlo, dánmelo, bebo,
págolo y voyme contento.
Tras la ensalada y salpicón, la
morcilla y su fastuosa descripción
La ensalada y salpicón
hizo fin: ¿qué viene ahora?
la morcilla, ¡oh gran señora,
digna de veneración!
¡Qué oronda viene y qué bella!
¡Qué través y enjundia tiene!
Paréceme, Inés, que viene
para que demos en ella.
….
Mas di, ¿no adoras y precias
la morcilla ilustre y rica?
¡Cómo la traidora pica!
tal debe tener especias.
¡Que llena está de piñones!
Morcilla de cortesanos,
y asada por esas manos,
hechas a cebar lechones.
El invierno. Francisco Barrera (1595-1658)
Museo de Bellas Artes de Sevilla
Un resumen valorativo
intermedio y las primeras consecuencias del aloque
El corazón me revienta
de placer; no sé de ti.
¿Cómo te va? Yo por mí
sospecho que estás contenta.
Alegre estoy, vive Dios;
mas oye un punto sutil:
¿No pusiste allí un candil?
¿Cómo me parecen dos?
Por lo que se decide continuar
con un mejor vino
Probemos lo del pichel,
alto licor celestial;
no es el aloquillo tal,
ni tiene que ver con él.
¡Qué suavidad! ¡qué clareza!
¡Qué rancio gusto y olor!
¡Qué paladar! ¡qué color!
¡Todo con tanta fineza!
… y seguir con el vino fino y
probando otras especialidades de la taberna fantástica
Mas el queso sale a plaza,
la moradilla va entrando,
y ambos vienen preguntando
por el pichel y la taza.
Prueba el queso, que es
extremo,
el de Pinto no le iguala;
pues la aceituna no es mala,
bien puede bogar su remo.
Haz pues, Inés, lo que sueles,
daca de la bota llena
seis tragos; hecha es la cena,
levántense los manteles.
Ya
cenados, el narrador vuelve a la historia inicial y se apresta a finalizar su
cuento a Inés que, a estas alturas
es ya “hermana”
Ya que, Inés, hemos cenado
tan bien y con tanto gusto,
parece que será justo
volver al cuento pasado.
Pues sabrás, Inés hermana,
que el portugués cayó
enfermo...
Pero
entre aloque del inicio la morcilla ilustre y rica - ¡Cómo la traidora pica! -,
el queso, las aceitunas y el vino final
- que no es el aloquillo tal, ni tiene que ver con él -, a todos se nos
cierran los ojillos.
Las once dan, yo me duermo;
quédese para mañana.
Sencillamente
genial.
Otras
dos magníficas poesías gastronómicas de Alcázar
son, en primer lugar, Preso de amores, donde otra vez
aparece Inés – verdadero nombre musa
de “la mujer”, para nuestro poeta -, que es un picarón y divertido canto a
las dos grandes pasiones del poeta: la buena mesa y las mujeres, y en el que aparece la sugerente trinidad de: "La bella Inés, el jamón / y berenjenas con queso".
En segundo lugar, Modo de vivir en la vejez, (escrita al final de su vida, cuando, en cama, necesitaba de cuidados y un régimen ligero), que podría considerarse – relatada con un estupendo humor
– la primera dieta escrita en la literatura española, y que si, ciertamente, la
siguió Baltasar de Alcázar, bien que
le fue con ella, ya que murió a los 76 años.
Enlaces.
- Para
biografía, obra y texto de los poemas gastronómicos mencionados: Baltasar de Alcázar, el poeta gastrónomo, en
el blog Zapardiel: revista de cultura y
gastronomía, de la que esta entrada es deudora.