La capacidad del abuelo
Venancio para quedarse dormido era asombrosa. Por ejemplo; al acabar de comer, nada más recoger los platos, se inclinaba y apoyaba la frente en las manos cruzadas y
posadas sobre la mesa, y se dormía al instante.
Más de una vez le oí decir a la abuela
Teresa: “¡Este
hombre! Un día se va a quedar dormido en el servicio.”
(El servicio era el trabajo
de mi abuelo, que era policía municipal de Zamora).
Ayuntamiento de Zamora (entre 1927-1936)
António Passaporte (Fototeca del Patrimonio Histórico. MECD)
No recuerdo bien el motivo,
pero, durante una temporada, dormí con él. Todas esas noches, me decía al acostarnos: “Ahora, vamos a rezar”.
Y en voz baja, empezaba con
el Padrenuestro, que yo contestaba. Con el Ave María, ya bajaba un poco el tono
y yo respondía con la voz un poco más alta. Después, con la Salve, en lo de “… vida y dulzura, esperanza nuestra,..”,
se quedaba dormido y, enseguida, comenzaba a roncar suavemente. Y yo, detrás.
Esa esa debe ser la razón de por qué me
atasco siempre con la Salve.
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