La lectura me ha producido bastante melancolía debido a los gratos recuerdos ligados en nuestra familia a ese restaurante. En el agosto de 1988 acercarse a Currito a primerísima hora de la noche era el único relax y descanso que podíamos permitirnos mi mujer y yo, que decidimos quedarnos todo el verano en Madrid con M., nuestra hija recién nacida, de unos dos meses, y con R., nuestro hijo mayor, de quince meses.
Llegábamos pronto y pasábamos un rato en la terraza interior dando cuenta de unas sardinas y de otras especialidades, con los niños en su carrito y silla, respectivamente. Y ahí ya recuerdo a R., de mi mano, mirando fijamente la parrilla con su fuego y su humo.
En los años siguientes esa necesidad del año 88 se convirtió en la espaciada costumbre, ya más placentera, de ir al anochecer en verano a la terraza de Currito con los dos niños pequeños que adoraban aquel espacio en el que ya - con cuidado y vigilancia - se movían solos y que adoraban las croquetas y los trozos de "chicha" y de sardinas que salían de las parrillas.
Sardinas a la parrilla
(Asador Mandanga de Santurzi)
Pero hay, también, unos hechos objetivos del desastre a que han llegado ese puñado de magníficos restaurantes de gran calidad y enorme éxito en su día, situados en los antiguos pabellones de la Feria del Campo en la Casa de Campo de Madrid. Restaurantes que han sido llevados a la ruina por la idea de aquel alcalde "abundio" que para ser más progre que la mar, cerró la Casa de Campo al tráfico lo que dificultó y acabó de facto impidiendo - por las bravas - que centenares de clientes y parroquianos fueran a ese puñado de excelentes restaurantes, que han cerrado todos. Además, en esas circunstancias y con la crisis ya encima, el Ayuntamiento no fue capaz de rebajar el alquiler a los restaurantes; lo que los acabó de rematar.
Leo, hace unos días, que el Ayuntamiento. de Madrid está pensando en abrir de nuevo la Casa de Campo al tráfico. Conociendo el paño, será una ocurrencia más que, a saber dónde llegará. Si llegara a ocurrir, sería irónico y una muestra de las vueltas que - a veces y para nada - da el mundo. En todo caso también ¡a buenas horas!
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