Habíamos quedado en encontrarnos en Navas de Oro a la hora del aperitivo antes de la comida en el merendero Terencio. No sin trabajo, (baste con decir que para llegar a Navas de Oro tuvimos que salir del pueblo y volver a entrar), acabamos llegando, todavía después de alguna indagación adicional, a la Plaza Mayor.
Escudo heráldico de Navas de Oro
Los servían simplemente cocidos y fríos, con sal al gusto. Gustosos y con una especial textura (como toda casquería) pero sosos. Con un chorreton de aceite y pimentón o con un adobadito de matanza y un pase posterior por la plancha habrían estado mejor. Esto último fue lo que Pepi comentó que hacía ella con los cuajos.
Después aparecieron Pajares y Pepi con Juanma y Loli y volvimos, ya todos, al asunto, con vinos verdejos, tintos de rivera y mas tapas: bacalao y gambas gabardina (buenos rebozados) y más cuajo. Pajares, José y Juanma recordaban, entre risas, sus andanzas de dulzaineros en la fiesta de San Cristobal del 10 de julio de este pueblo, con el multitudinario desfile de los camioneros y de los camiones y de las bendiciones del cura del lugar.
El bar San-Bal
Despidiéndonos del San-Bal, con ello en el cuerpo y mejor que llegamos, dejamos Navas de Oro fuimos camino de Samboal, al encuentro del río Pirón, donde nos esperaban, en el merendero de Terencio, unos parros asados y el resto de la tropa Sursuncorda.
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