En España sabemos que el turismo es un gran invento por lo menos desde 1968 en que Pedro Lazaga rodó la película del mismo
título de la factoría Pedro Masó. Por ello, da algo de alipori oír, en estos días, las
declaraciones de los barandas responsables del turismo y de los aeropuertos de
nuestro país. Posiblemente sea un problema, que es general en España, de la competencia de quienes nos gestionan y gobiernan.
Pero ahí los tienen. A los
responsables del Ayuntamiento y de la
Comunidad de Madrid a la caza de aerolíneas chinas y de turistas chinos forrados e
intentando vender que en Madrid se puede comprar todo ¡un hub del lujo a nivel
mundial!, que es lo último que nos quedaba por oír.
O también, por ejemplo, las del Secretario de
Estado de Fomento, Rafael Catalá, a RNE. Hablan del turismo como si estuviéramos
en segundo de la ESO; simplezas del tipo de: si ponemos más líneas aéreas en los aeropuertos
aumentará la posibilidad de que vengan más turistas. Francamente, no sé si hemos avanzado
mucho desde los discursos de Paco Martínez Soria en la película citada, alcalde
de Valdemorillo del Moncayo, que ya tenía planes turísticos para su municipio.
O las de la ministra Ana Pastor referentes a las
bonificaciones de las tasas aeroportuarias – plan copiado, por cierto, de las
tomadas por las autoridades portuguesas en Porto. ¡Que las bajen directamente,
y se dejen de bonificaciones. Pero no; las tasas no se pueden bajar
nominalmente, porque (sic) las tasas
aéreas son el medio para recuperar la inversión aeroportuaria realizada,
después de que entre 2001 y 2011 se invirtieran 18.000 millones de euros en
infraestructuras aeroportuarias de la red, con un incremento del 0,2% en las
tasas durante ese periodo y una deuda acumulada de 14.000 millones de euros.
Porque con viajeros y aerolíneas no hay
visos. Lo dicho: que bajen las tasas de una vez y pongan los 14.000 millones de euros, que dice la ministra, a deuda perpetua del Reino de España.
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