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Hay semanas en que por diversos motivos, no acaba el buzo de inspirarse y de lanzarse a escribir la entradita semanal del blog. No es excusa, pero es que siempre hay muchos frentes abiertos. Vamos a repasar algunos de ellos.
Los controladores. A estas alturas de la película, no se si queda algo por decir. Por mi parte sólo dos cosas. Uno: la guerra continúa abierta en estos momentos y son, básicamente, "batallas de información" las que se están, duramente, librando. Y dos: me temo que igual que en el último año transcurrido no se ha trabajado seriamente en solucionar el problema con diferentes alternativas, ( por ejemplo: habilitar ya a todos los controladores militares, contratar más controladores....), me parece que de cara al futuro tampoco se va a hacer nada.
Poco después de empezar a escribir esta entrada leí en el metro el artículo “Hasta aquí hemos llegado” de Martín Ferrand con el que, como en bastantes ocasiones, no puedo estar más de acuerdo. Transcribo el último párrafo:
"La Transición, cuyo balance es claramente positivo, nos obligó a un pasivo democrático no deseable y muy embarazoso. Así se sostienen, desde usos sindicales a formas judiciales, muchas malas costumbres colectivas. En el caso de los controladores, en lugar de escarbar tratando de encontrar una responsabilidad «de los otros», ¿no resultaría más constructivo y benéfico para la ciudadanía que los partidos trataran de, especialmente en asuntos como este de escasa carga ideológica, consensuar el principio de una nueva etapa más funcional y acorde con los usos internacionales? Las enfermedades hereditarias solo caben en las personas, las sociedades pueden redimirse de ellas con un simple grito: ¡Hasta aquí hemos llegado!. Y ni un paso más allá."
Las investigaciones judiciales que se abren. Uno no entiende por qué nos tienen que informar al dedillo de una o dos o tres instrucciones judiciales que se abren cada semana y no de las decenas de miles restantes. Lo cual se relaciona, también con lo que vienen a durar las instrucciones, sobre todo la mayoría de las que se publicitan a bombo y platillo. Y también en lo que, muchas veces, acaban. Viene esto a cuento del caso de la recién abierta "Operación Galgo", en la que por cierto no hace más que mencionarse la mítica "Operación Puerto", famosa operación que comenzó en 2006 y que fue en un momento dado archivada por la juez, y que ahora, después de que la Audiencia de Madrid haya ordenado en dos ocasiones la reapertura del caso, parece ser que se encuentra, y estamos a finales de 2010, a la espera de un juicio oral. Otro muy sonado ejemplo es la instrucción de la "Gurtel" que ya va a cumplir dos añitos el próximo mes de febrero. ¿Cuantos años más quedan?.
Aporta en ABC una visión original, acerca de esta denominada “Operación Galgo”, el catedrático de Derecho Procesal Julio Banacloche. Se titula “¿Una investigación desproporcionada?”. Su argumentación es clara. Consiste en razonar que si bien en 2006 se introduce en el Código Penal el nuevo art. 361.bis, que establece como delito “prescribir, administrar o facilitar a deportistas sustancias prohibidas a deportistas..", dicho delito, como no podía ser de otro modo, no está tipificado como "grave" penalmente hablando. Que el delito no se tipifique como "grave", es relevante desde el punto de vista de la investigación penal, puesto que las medidas que restrinjen derechos fundamentales como son las intervenciones telefónicas o los registros domiciliarios, solo pueden ser acordadas por los jueces ante la presencia de delitos graves.
Bien, vamos a suponer que, aunque no sean delitos graves, los jueces hayan hecho bien. Si fuera así, no sé a qué se está esperando para poner en escuchas telefónicas, registros etc., a las bandas de atracadores que roban sistemáticamente joyerías o a las partidas de chorizos que levantan todos los días carteras en la Puerta del Sol y aledaños. Pero eso sí, cuando lo hagan que no nos mareen: que lo hagan, que los detengan y que no haya alguien que llame a los reporteros, a las televisiones y todo acabe en carne de tertulieta, en el eterno chismoserío en que se acaba convirtiendo casi todo en este país.
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