El otro día tuve noticia de que tres jóvenes habían sido multadas, con 300 euros cada una, por la policía municipal de Madrid, por beber en la calle. No por hacer botellón, sino por sacar un botellín a la calle de Doctor Esquerdo. Me pareció una pasada. Recordé en ese punto, cómo, de vez en cuando aparecen noticias en que se comentan multas curiosas de cifras astronómicas en diversos ámbitos y en municipios diversos. No tuve que buscar mucho. Tres ejemplos solamente.
Por pasear un perro por la playa: 1.175 euros. El municipio afortunado es, en este caso, Tarragona capital. Salió en El País en abril del pasado año. En Teruel, y aprobado al parecer por unanimidad en su consistorio, te pueden cascar una multa de entre 250 hasta 1.300 euros por viajar sin billete, montar en autobús bajo los efectos del alcohol o - esto es lo más curioso- utilizar abonos subvencionados fraudulentamente. (Ver el enlace a Heraldo.es del 9 de marzo).
- “¡Oiga, oiga!”, me dice el señor Colón, “que me han dicho que Gallardón nos va meter 500 euros de multa por tirar una colilla al suelo”.
- "Ya lo han hecho en Puerto Rosario", le digo . Con multas que van de 600 a 1.800 euros a los fumadores que arrojen las colillas de cigarros a la vía pública o playas de la localidad.
¿Le encuentran sentido?. El buzo, no. No le vale el razonamiento de algunos arbitristas tristes que justifican siempre estas sanciones de importes arbitrarios bajo el pensamiento de: "¡más nos tenían que meter, que nos lo merecemos!... y favor que nos hacen: que lo harán por nuestro bien". Se puede estar de acuerdo en la autonomía de las ordenanzas municipales; pero hasta cierto punto, sin pasarse en la frenada. Baste con recordar que las sanciones por infracciones tipificadas como “graves” y “muy graves”, en el código de circulación (art. 65 y 67 del actual Código de Circulación), ascienden a 200 y 500 euros respectivamente. O que el salario mínimo interprofesional en España para 2011 es de 641,40 euros.
Va a ser cierto, como dicen, que no hay nada peor que darle a un español una gorra de plato: se pone a redactar ordenanzas a tutiplén para a continuación liarse a poner multas a diestro y siniestro. Las razones por las que este desmadre sucede, el cómo podría solucionarse y los criterios sobre “a quién” ponen las multas quedan para posteriores entregas.
Una pista para postre: Easy winner de Scott Joplin.
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Va a ser cierto, como dicen, que no hay nada peor que darle a un español una gorra de plato: se pone a redactar ordenanzas a tutiplén para a continuación liarse a poner multas a diestro y siniestro. Las razones por las que este desmadre sucede, el cómo podría solucionarse y los criterios sobre “a quién” ponen las multas quedan para posteriores entregas.
Una pista para postre: Easy winner de Scott Joplin.
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Creo que deberia cambiar el seudónimo "observador perezoso", por "ciudadano Pagafantas"
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