martes, 8 de noviembre de 2011

¡Mira que bien...

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Frases para la historia

¡Mira que bien, mira que bien,
mira que bien!,
de esa opinión participo yo también

Anónimo. Estribillo que, no se a que santo ni de que canción,
 el buzo cantaba hace mucho tiempo.

Viene a cuento el recuerdo de este estribillo después de leer el reportaje del dominical XL Semanal del día 7 de noviembre, de título: Señores premios Nobel de Economía, ¿cómo salimos de la crisis?, cuyo contenido, a razón de entre 100 y 120 palabras por persona, es obvio.

Lo lees con cuidado y atención y aún cuando no hay conclusiones concluyentes, ni aclaran mucho la situación e, incluso, hay alguna salida de pata de banco, ¡oye!  te dejas envolver por las palabras bien colocadas una detrás de otra y… te dan ganas de cantar el estribillo que les he puesto al principio.

Parece ser que una de las veces que el gran periodista Cirilo Rodríguez, fallecido en 1980 y que fue corresponsal de TVE y RNE en Nueva York, volvió a su pueblo de la provincia de  Segovia  una viejita le dijo: “¡Ay Cirilín, Cirilín!. Que clarico hablas y que poquico se te entiende”. Pues eso.

Sólo resaltaría, porque me parece muy importante, la respuesta de Edmund S. Phelps, que transcribo a continuación:

“... la innovación es el elixir de la vida. Se necesita un ambiente en el que las compañías puedan ensayar ideas innovadoras, aunque no sepan si van a tener éxito. Los bancos y otros prestamistas son muy importantes para el sistema. Cuando faltan, son las empresas innovadoras las que tienen más problemas para financiarse. El Estado ha de llenar el vacío en el suministro de créditos. Los gobiernos deberían crear un nuevo tipo de bancos dedicados a proporcionar capital a los emprendedores. Esto aseguraría le inversión en nuevos productos y tecnologías”.

Con dos salvedades. La primera es que, a lo mejor no hace falta inventarlo porque ya hay instituciones así en España y fuera que han venido funcionando, desde hace unos 3o años, bastante bien. Al menos hasta la fecha. Sólo habría que potenciar y reforzar su actividad, y dejarlos trabajar. La segunda es que, en todo caso, no lo llamen banco; porque entonces pondrían a un banquero a dirigirlo y el invento se iría al cuerno. 
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