1. Geografía Humana
En el intento de recuerdo de Julio-Cesar, es inevitable que hablemos de Geografía. Pero no de Geografía Económica, disciplina en que, como sabemos, era maestro y una de las voces más solventes en nuestro país. En eso no me voy a entretener: ahí está su obra. Me gustaría hablar de Geografía Humana.
Geografía Humana es que Domingo de Ondategui, maestro cantero vasco emigrara a tierras burgalesas a principios del siglo XVIII, para ejercer su profesión y participar en numerosas obras y edificaciones religiosas, de entre las que destaca la construcción de la torre de la Catedral de Burgo de Osma.
Calatañazor. Conjunto.
(De wikipedia)
Es Geografía Humana, también, que sus descendientes enraizaran en tierras sorianas y allí se hayan mantenido en diversas ocupaciones y lugares hasta hoy, casi trescientos años después. Por ello, en los viejos campos de Castilla, en Calatañazor, va a nacer Julio a mediados de los años cincuenta, junto con otros siete hermanos, y, a partir de ahí, va a ir construyendo su vida hasta estos días en que ¡tan pronto!, se nos ha ido.
Parte de la Geografía Humana es, asimismo, que Norié, del lejano Japón, se cruzara un día en la vida de Julio y comenzaran juntos una larga travesía, una historia de amor, de vida y entrega con una compenetración y una complementariedad – creo adivinar – admirables, que sólo se ha podido interrumpir – y no estoy muy seguro de ello – con su prematura muerte.
Conocí a Julio-Cesar hace unos diez años. Creo que muchas veces la Geografía - ¡otra vez la geografía!- hace a los hombres y su carácter. Y Castilla, los paisajes sorianos - los Campos de Castilla que cantó Machado - con su duro clima y su vida dura, suelen forjar caracteres recios, un poco asperones, aparentemente desapegados. Pero bajo esa dureza o brusquedad aparente siempre suele haber un buen fondo. Un poco, como los vinos de Toro. Julio-Cesar era, tras esa aspereza inicial, un gran tipo: generoso y leal; trabajador y constante. Y también un gran hombre de ideas, soñador… y profundamente bueno; una buena persona de la que me honro de haber gozado de su amistad.
2. Una figura excéntrica.
Es un hecho que la ciencia y la investigación actuales están profesionalizadas. Lejos quedan los tiempos en que la investigación se llevaba a cabo, gratis et amore, por curiosos ciudadanos, que llevaban a cabo sus experimentos y estudios por gusto, por saber más, porque el mundo estaba ahí y había que desentrañarlo y comprenderlo.
Julio-Cesar era, en este sentido, un excéntrico. Llegó a la Geografía con una carrera profesional ya desarrollada en otros ámbitos e inicia sus pioneros estudios sobre parques tecnológicos casi al borde de los cuarenta años. Sin las ataduras de una carrera académica que guardar, sin tener por que mantenerse dentro de los paradigmas establecidos y casi siempre sin más medios que los de su propia inteligencia, Julio-Cesar Ondategui mantuvo a lo largo de su vida una mirada ingenua y original, un curioso escrutinio, un aliento incisivo y profético y un talante entre crítico y poético, en su campo de trabajo: la geografía económica de la innovación; o, si quieren, la economía de la localización de la innovación.
O tempo, o mores, historiadores de la ciencia hay, que abominan de esta ciencia de los siglos XX y XXI profesionalizada absolutamente, más centrada en su propia supervivencia como gremio, que en la búsqueda de la sabiduría. A Julio-Cesar le gustaba la poesía de T.S. Elliot, que alguna vez recordó en sus escritos. De Elliot son los versos:
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?,
¿dónde el conocimiento que hemos perdido en información?
Quizás, sin que nos hayamos dado cuenta, con la muerte de Julio-Cesar se nos ha ido el último caballerito de Azkoitia.
(Creo que va a quedar todo muy bien.
….la verdad es que parece mentira que estemos preparando esto…).
3. Final
Cuando se produce, como en el caso de Julio-Cesar, una muerte temprana los familiares, compañeros y amigos nos vemos, lógicamente, sumidos en el desamparo y en la perplejidad. Pero hay que seguir y lo que tenemos que pensar es en la felicidad que nos dio, en los pedazos de vida que todos nosotros, en mayor o menor medida, intimidad o duración, hemos hecho junto a él.
Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre, concluye con los versos:
…dio el alma a quien se la dio
(el cual la ponga en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.
Además del harto consuelo de su memoria que me queda de él, me gustaría, en este momento, pensar a Julio-Cesar comprobando si el cielo es o no una verdadera tecnópolis, gozándolo en términos geográficos y calibrando la conveniencia de ir montando algún parque tecnológico en el cielo.
NOTA
Julio Cesar Ondategui, Doctor en Historia, profesor de instituto y, en los últimos años, asesor de infraestructuras científicas de la Dirección General de Universidades e Investigación de la Comunidad de Madrid, falleció el pasado mes de febrero. Ayer, madrimasd.org editó una página de homenaje y recuerdo, Julio-Cesar Ondátegui: in memoriam, a la que el buzo contribuyó con el texto anterior. Ricardo Méndez del CSIC y Simón Sánchez de la UCM, escribieron el artículo Algunos rasgos definitorios de una trayectoria investigadora que completan el retrato profesional y humano de Julio-Cesar, a quien tanto estamos echando de menos.
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