Parece que el verano ha llegado por fin y Madrid es ya el
horno de todos los años. Deben hacer cuentas de que cuando den la
temperaturas de Madrid en la radio, en TV o en prensa, tienen que sumar,
pongamos, media docena de grados, que es
la diferencia que hay entre la temperatura a la sombra de la ciudad universitaria
con, por ejemplo, la que hay en el bonito granito que nos colocó Gallardón en la puerta del
Sol. O sea, como en Córdoba la llana mas o menos. O más.
El verano, en Madrid, se nota también en que los
autobuses y el metro, se ponen a funcionar en modo verano. El modo verano
consiste en que los directivos del transporte deciden que hay que poner un
treinta por ciento menos de trenes y de autobuses, aunque los viajeros sigan
siendo los mismos, o casi. Con lo que ahí vamos, tan felices, todos apretados
con el sobaco del compañero del metal muy cerca de ti. Y tampoco faltan, entretanto, el pantalón pirata y la chancla, que no pasan de moda, y que son otra casuística del modo verano madrileño.
Y este arreón de calor, ha coincidido con lo de Messi. Toda
la semana, en todas partes, a todas horas. Lo de este país ya es para hacérselo
ver. Parece que hubiera un mago que tras echar unos polvos mágicos diera un
chasquido, y ¡zas!, todo el país a mirar al mismo sitio.
Uno piensa que las
noticias deberían ser, sobre todo, noticias y no cosas sabidas. En el país de
las sicavs, (que es el mismo en que casi el cincuenta por ciento de la
recaudación de impuestos proviene de los sueldos del trabajo en el IRPF), escandalizarse
de que uno de los futbolistas que más dinero gana en España, haga ingenierías
fiscales, tenga mil empresas interpuestas, toree a hacienda, etc., es una melonada. Lo que es noticia (y choca),
por el contrario, es que Messi tenga tan malos asesores fiscales.
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