El buzo se dispone a iniciar, junto con el resto
de funcionarios, el cuarto año de congelación salarial. De lo que se queja y
duele lo justo. Ni más ni menos. Con lo anterior, y otros detalles, el buzo
tiene la impresión de que este país está en una senda de vuelta hacia una estrechez
económica extendida que parecíamos haber dejado definitivamente.
José Luis P.R. compañero de Cuerpo del buzo, recientemente
desaparecido, persona sabia y, aunque de no fácil trato, entrañable – el mismo que
le hizo ver a un Director General del Ministerio de Industria que, por mucho
que se empeñara, era imposible modificar la ley electromagnética de Faraday –
solía recordar que, pese a las apariencias y a tanto bobo suelto, España era un
país pobre y menesteroso.
Posiblemente tuviera razón y esa menesterosidad,
en el fondo, no se había ido y estábamos viviendo una ilusión por encima de las
posibilidades reales, olvidando nuestra realidad física y económica, y nuestra
historia.
Después hay detalles. Por ejemplo, el
mantenimiento de las instalaciones. El metro: ¿se han fijado la cantidad
de escaleras mecánicas paradas días y días que ha habido este verano en el
metro? Es de las primeras cosas en que se nota la falta de monetario.
Plácido y su señora en el puesto de trabajo de ésta
Y, sobre todo, hablando de otros servicios
públicos, el detalle de volver a cobrar por usarlos, como acaban de anunciar, recientemente, que va a ocurrir en la estación de Atocha. Ya sé que – como me
ilustra algún amigo - en otros países más modernos y desarrollados cobran por
ello. Pero a mí, que quieren que les diga, me recuerdan otros tiempos más pobres
y sombríos con la señora mayor cobrando, o intentando cobrar, por darte un
trozo de papel higiénico en aquellos váteres públicos de las plazas más
señaladas, que el buzo llegó a ver en su niñez, en Zamora y en Madrid. Váteres
públicos que solían nombrarse como urinarios.
A los tiempos de Plácido, en que la mujer de éste,
Elvira Quintillá en la película, era la señora del urinario público de aquella fabulosa ciudad
en la que se llevaba, previa subasta, a los pobres a cenar a casa en Nochebuena.
De los estertores de esa época es Billetes verdes
de Paquito Jerez, máximo representante de un estilo mezcla de copla y canción
española con otros ritmos modernos y con letras desenfadadas. Estilo - buque insignia de la discográfica Belter - que algunos hoy denominan cañí-pop y que floreció en la década de los sesenta en España. Pudo haber dado lugar a
un género nuevo de canción popular, pero se fue apagando con el tiempo y hoy es
historia pequeña y marginal.
Y ahí tenemos al bueno de Paquito Jerez, en la guaracha aflamencada compuesta por González, Jerko y Obiol, ilustrando con ejemplos de la vida diaria como el dinero podía facilitarte la
vida, suspirando por hacerse con billetes verdes que (sic) siempre traen la
salvación.
Ilusión para tiempos de crisis: pobretes pero alegretes.
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