Ha habido en
estos últimos días tres noticias, relacionadas con internet y esta sociedad de
la información, que me han hecho reflexionar y que veo relacionadas entre sí;
lo que me produce más desasosiego del que ya de por si me producen
individualmente, sobre todo, por qué no sé muy bien por qué las vinculo tan
íntimamente.
En primer
lugar, está lo de no permitir ya presentar la Declaración de la Renta realizada
a mano, que da como mucha tristeza porque se ve por donde van unos vientos de
la falsa modernidad y por dónde vienen desigualdades y exclusiones
innecesarias. La noticia – que debe ser
calcada del gabinete de prensa de la AEAT - dice que eso de que estuvieran a
mano (sic), “…suponía un freno para la
AEAT, que gestiona todos los datos informáticamente y que, por tanto, tenía que
volcar las declaraciones de estos contribuyentes.”
No parecería gran cosa – en principio -
tener que volcar un 0,18% del número de declaraciones, frente a crear 35.000
excluidos; pero ya ven en pleno ataque de soberbia la AEAT considera que es un
freno a su modernez. Y es que los contribuyentes piensa sin duda la AEAT, son
una lata.
Luego está la profecía del filósofo americano
Dennett de que “Internet se vendrá abajo
y viviremos oleadas de pánico”, augurando un oscuro futuro, una especie de
Mad Max sombrío en que sólo conjuntos de locos en sectas sobrevivirán. Lo que
me hace pensar inmediatamente en comprar bolígrafos – que, recuerden, no se
pueden utilizar para rellenar la declaración de la renta en España – y volver a
apuntar los teléfonos fijos: ¿funcionarán sin internet los teléfonos fijos?; y
las direcciones en libretillas.
La puntilla es el artículo La era de Funes
de Jordi Soler en El País, en que nos vemos transformados en esos Funes
memoriosos de GB de ordenadores y de internet pero sin memoria en verdad; sin
experiencias y cada vez con más miedo a la vida real.
Y encima con el pánico de
que se pueda ir internet a freír espárragos y quedarnos sin memoria, sin
wasapps y ¡horror! sin enterarnos de lo que se dice en las redes sociales.
Pánico total. Dentro de lo malo, ocurriría que no se podría declarar a Hacienda.
¡Que se fastidie Montoro!
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