¿Ya no es lenta la justicia? ¿Está cambiando la
justicia en España? Eso parece a tenor de un caso que se ha dado a conocer. El
delito se cometió el 22 de octubre del año pasado y, ahora a finales de abril, sin que hayan pasado ni seis meses, se encuentra instruido, con el juicio realizado
y dictada la sentencia. La Audiencia imputó al acusado tres delitos de amenaza,
tres de secuestro, uno de allanamiento de morada y otro de tenencia ilícita de
armas. La condena ha sido de 22 años.
Se trata del pobre trastornado vestido de sacerdote –
con problemas psiquiátricos y bastantes antecedentes - que entró a la casa deBárcenas vestido de sacerdote con una pistola de baratillo. El semisecuestro se
deshizo al poco ya que ni siquiera fue capaz de atarlos bien. En cuanto al arma
era un revólver, posiblemente de antes de la Guerra Civil, llevaba munición de
fogueo.
Pensemos en un turno de oficio, en un caso incómodo y
la posibilidad de apreciaciones diversas – recogidas en la sentencia - tales
como una conducta "personal y materialmente pluriofensiva al afectar
subjetivamente a tres personas que fueron víctimas de los hechos enjuiciados” y
“la afectación de diversos bienes jurídicos: la inviolabilidad domiciliaria e
intimidad familiar de los titulares y moradores de la familia, la libertad
ambulatoria, la libertad y seguridad personal y la integridad física de las
víctimas, así como la seguridad general o comunitaria que, a través de la
regulación de la posesión de armas por parte de particulares, se trata de
preservar”.
Lo dicho, la condena ha sido de 22 años. Lo que no está nada mal teniendo en
cuenta que al imputado principal por el asesinato de Marta del Castillo le
penaron a veintiún años y tres meses y que los casos más mediáticos que nos rodean - entre ellos el juicio a Bárcenas - llevan ya
más de tres años de instrucción
¿Exito de la justicia o lanzada a enemigo muerto? Volvemos
a recordar aquella escena de la película en que Manolo Morán, apeándose del tren
en Atocha al escuchar un fuerte bufido del tren acompañado de humo, se daba la
vuelta y le decía a la locomotora: “¡Esos humos, en Despeñaperros!".
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