martes, 13 de octubre de 2020

A la cantera. Dionisio Ridruejo.

Creo que bastantes personas como yo – de cierta edad, formación y extracción social – sentimos una fascinación especial por la figura de Dionisio Ridruejo. De falangista de primera hora y Jefe Nacional de Propaganda del régimen franquista en la guerra civil a participante en la División Azul; le planta cara a Franco en 1942 con una carta de dimisión, que denuncia la situación de posguerra, en la en que renuncia a todas sus gavelas y privilegios; abandonando el Régimen y sufriendo, desde ese momento, ostracismo, vigilancias y destierros de por vida.  Eso no lo hizo ningún jerifalte del Régimen Franquista más que él, que terminó sus días pergeñando políticas de unión y concordia entre los españoles.



Nos legó, también, una honrada obra literaria, sobre todo memorialista y poética, de entre la que Sonetos a la piedra destaca como una de las más notables y logradas.

Realizado desde unos años antes, incluidos los de la guerra civil, Sonetos a la piedra, editado en Madrid en 1943 es un poemario temático sobre la piedra. De sus 39 sonetos – que aumentaron a 43 en reedición realizada por el propio poeta en 1975 y publicada póstumamente  en 1979 – la mayoría son composiciones sobre piedras de estatuas y de edificaciones: palacios, iglesias, etc. El resto están dedicados a la piedra como material de artefactos: ruedas de molino, relojes de sol, puentes…  y a la piedra pura en la naturaleza: volcanes, cordilleras… De entre estos últimos hemos seleccionado el soneto en que describe las canteras - verdaderas minas a cielo abierto - que han transforman la fisonomía de nuestras montañas produciendo paisajes encastillados e impenetrables de abismos verticales.

A LA CANTERA

                                                          

DERRUMBA, vulnerada la montaña,

abismos verticales en su seno

y del perfume de la hierba ameno

su intimidad desnuda sin entraña.

 

Impenetrable, encastillada, ensaña

en árido desdén duelo sereno

esta firmeza helada, este alto y pleno

vigor que de su ruina se acompaña.

 

Ni la raíz, ni el agua, ni la hoguera

forjadora, ni el hábito del viento;

nada ha calado su constancia entera.

 

Sólo el alma la explora - ¡oh, monumento;

oh mansión; oh cariátide ligera! –

con venas de amoroso pensamiento.

 

Dionisio Ridruejo Jiménez(Burgo de Osma, Soria, 1912 – Madrid,  1975)


Ver más en La alegría de las musas 2



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