A finales de los años veinte, Pedro Salinas, convierte en tema literario, con suma elegancia y estilo, algunas innovaciones tecnológicas de la época; dando lugar a 3 extraordinarios poemas: a la bombilla, (35 bujías), al automóvil (Navacerrada, abril), y a la máquina de escribir, (Underwood girls). Tras la Segunda Guerra Mundial, su actitud hacia la ciencia cambió, adquiriendo connotaciones negativas.
Navacerrada, abril es un sorpresivo poema, en versos blancos heptasílabos, cuya clave interpretativa se halla en su final. A lo largo del mismo, el poeta parece llevarnos a un poema de amor convencional: “Los dos solos. ¡Qué bien / aquí, en el puerto, altos”… Pero al final del mismo, el sentido cambia y descubrimos que el alma y la fuerza - que se suponía iba a referirse a la amada – es, en realidad, la de los doce caballos del automóvil con el que el poeta, en una irónica e íntima unión con él, ha hecho su escapada a la sierra madrileña.
Navacerrada, abril
Los dos solos. ¡Qué bien
aquí, en el puerto, altos!
Vencido verde, triunfo
de los dos, al venir
queda un paisaje atrás;
otro enfrente, esperándonos.
Parar aquí un minuto.
Sus tres banderas blancas
-soledad, nieve, altura-
agita la mañana.
Se rinde, se me rinde,
ya su silencio es mío:
posesión de un minuto.
Y de pronto mi mano
que te oprime, y tú, yo,
-aventura de arranque
eléctrico-, rompemos
el cristal de las doce,
a correr por un mundo
de asfalto y selva virgen.
Alma mía en la tuya
mecánica; mi fuerza,
bien medida, la tuya,
justa: doce caballos.
Pedro Salinas. (Madrid, 1891 – Boston, 1951)
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