¿I+D+qué?
Hablaremos de Investigación y Desarrollo pero, también, queremos hablar de
innovación. Es la "i" pequeña (que no se sabe muy bien lo que es) y
suele ir detrás de la Investigación y del Desarrollo. ¿O debería ir por
delante? Lo dicho ¿I+D+qué?
El gasto en I+D
Volvemos al “por ciento de I+D sobre el PIB”, que en 2019
fue el 1,25% del PIB- que se tiene marcado como objetivo por los últimos
gobiernos que en España llegue a ser el 2%; y que, últimamente, parece anhelar
la sociedad española entera. Es un gasto. El Instituto Nacional de Estadística
pregunta cada año a empresas, universidades y a organismos públicos de
Investigación cuánto ha gastado en realizar actividades de I+D. La respuesta
para 2019 fue que se realizó un gasto en actividades de I+D que ascendió a
15.572 millones de euros; un 1,25 % del PIB. (Enlace a
Al ser un gasto no puede hacerse equivalente a inversión. En
general, desde el punto de vista económico, no todo gasto realizado es
inversión. En I+D la gran mayoría de los gastos se produce en la realización de
proyectos de investigación y desarrollo. ¿Qué tipo de gastos hay en esos
proyectos? Simplificando, hay cuatro tipos de gastos. En primer lugar están los
gastos de personal que están constituidos por los gastos del personal
investigador y auxiliar participante. Dentro de este gasto de personal está, el
gasto del personal en plantilla de empresas, universidades y centros de
investigación que es un gasto de funcionamiento; y está, también – y esto sí
que es una inversión en capital humano – el coste de contratos nuevos de
investigadores predoctorales y post doctorales con cargo a los proyectos de
I+D.
En segundo lugar, en los proyectos de I+D, con ese gasto se
adquieren los equipamientos científicos necesarios, que quedan inventariados y
también son una clara inversión.
En ambos casos, pueden producirse apoyos específicos, si son
con fondos públicos normalmente mediante convocatorias, para formación de personal
investigador pre y post doctoral y para adquisición de infraestructuras:
edificaciones o equipamientos científicos;
que, también podrían ser considerados plenamente como inversiones.
En tercer lugar – y en muchos casos no pueden considerarse
como un tema menor- están los materiales fungibles que se han de consumir en la realización del
proyecto: reactivos, productos químicos, variados tipos de materiales mecánico
o eléctricos, etc. De estos no suele quedar nada al final del proyecto: o han
ayudado a la confirmación de teorías o, en otros casos, han dado lugar a
prototipos o similares, base para posteriores desarrollos. ¿Qué parte de esos
fungibles puede considerase inversión? Desde luego, no todo.
Por último tenemos otros gastos de viajes, reuniones,
organización de jornadas y presentaciones, etc. A este tipo de gastos se le
puede hacer el mismo comentario que se ha hecho a los fungibles. Desde luego,
no todos, constituyen propiamente inversión.
En todo caso, se podría equiparar – así se hace por consenso
social - y denominar inversión en I+D al
gasto en I+D, teniendo en cuenta que se trataría de una inversión de alto
riesgo en la que de ningún modo podríamos estimar y asegurar, rendimientos
económicos ciertos como sí ocurre con otros tipos de inversiones.
Sin ir más lejos, en los mismos días de la segunda
quincena de noviembre recientes, de los que hemos recordado el fervorín buenista de la campaña
de mucho firmar… “para llegar al 2% del PIB en I+D”; corrió en boca de muchos medios, con
ironía y retintín, lo del satélite ese que ni llegó a ser algo, porque se
destruyó en el despegue.
“Un fracaso absoluto. El satélite español SEOSAT-Ingenio, el mayor proyecto espacial en el que se haya embarcado la industria nacional, se perdió ocho minutos después de su lanzamiento desde Kourou, en la Guayana francesa.” (Ver el artículo aparecido en ABC el 17 de noviembre).
La investigación científica y el desarrollo tecnológico (I+D) son apuestas a largo plazo: “con la aguja y el compás: más y más, y más y más…” , en las que se debe creer a ciegas y que deben ser asumidas con tenacidad y constancia décadas y décadas por toda la sociedad. Lo que, por cierto, casi nunca ha sucedido en este país multiautonómico que aún llamamos España.
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