lunes, 28 de diciembre de 2020

Canción del aeroplano. José María Romero Martínez.

Debido a la lentitud del proceso de industrialización en España, las ideas del movimiento futurista necesitaron cierto tiempo para aparecer y cuajar en la creación poética española y es al final de la segunda década del siglo XX cuando comienzan a aparecer poemas que incluyen los elementos centrales de la modernidad tecnológica propugnados por el futurismo y las vanguardias sucesivas.



Uno de los primeros poemas protagonizado por la aeronáutica - una de las grandes tecnologías emergentes de la época - fue Canción del aeroplano del escritor sevillano José María Romero Martínez, publicado en 1919. El aeroplano es, en el poema, águila blanca en ruta triunfal hacia la paz azul del infinito; se eleva entre los torbellinos del viento y opone "al furor del huracán su corazón de mil caballos“. Magníficos versos que aún no son poesía del siglo XX, pero que ya sí tratan de las nuevas realidades del siglo XX.


Canción del aeroplano

                                                                ¡Tu corazón de mil caballos!

Abandona la tierra y dirígete al cielo,

mi águila blanca, de alas enormes y vibrantes;

mueve tu hélice potente,

y, entre torbellinos de aire,

elévate en el espacio

y sigue tu ruta hacia el azul.


Tú, que no tienes que seguir

un camino inmutable de carriles de hierro,

ni una ruta trazada por corrientes marinas;

tú, que no necesitas carreteras,

ni la energía dócil de los cables eléctricos

y, tienes un motor por corazón,

gasta el caudal de tu sangre inflamable

y, entre detonaciones y ráfagas

de esencias hechas humo,

deja la tierra

y elévate en el aire,

traza en el espacio rutas nunca surcadas

y descubre horizontes nunca vistos.


Ve al encuentro del día

cuando la Aurora aún

no haya abierto sus rosas;

sube adonde los ojos no puedan distinguirte,

bello pájaro gigante,

lleno de gracia y majestad,

desde donde los valles verdes

a las blancas montañas de la Tierra,

y la llanura azul del océano,

y la ciudad brumosa de enormes chimeneas,

donde tiembla el burgués y el bolchevista ruge,

tengan para tus ojos,

ebrios de luces siderales

la plata fría y uniforme

de los paisajes celestes.


Asciende entre la bruma;

elévate sobre las nubes que te impiden

ver el azul del cielo;

destrózalas con tu hélice enloquecida,

que, a través de los amplios ventanales que abras,

se derrame la lumbre del sol

y haga brillar tus alas

mojadas por la lluvia

y aparte la opresión de la tormenta.


Sube en la tempestad,

nauta del Infinito;

pasa serenamente sobre el trueno del mar.

apaga sus bramidos con tu motor rugiente;

elévate entre los torbellinos del viento;

corta con tu timón

el vientre de las trombas

opón al furor del huracán

tu corazón de mil caballos.


Elévate pronto, mi pájaro enorme;

los bárbaros cubren sus campos

de torres blindadas y quieren cerrar tu camino

con nubes de llamas y acero.

¡Remonta tu vuelo más alto,

que no lleguen a herir tu corazón!

Responde a la Muerte trazando en el aire

la curva sin fin de la Vida

y hacia la paz azul del Infinito

prosigue tu ruta triunfal.


                                                         Revista Grecia, Sevilla, nº 14, 30 de abril 1919, pp. 10-11.

José María Romero Martínez. (Olivares – Sevilla, 1893, Sevilla 1936)


Ver más en La alegría de las musas 2

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario