A finales de los años 80 y en la década de los 90 del pasado siglo se produjo un cierto proceso de valoración de la pintura histórica del siglo XIX a la que cobré bastante afición.
Además, supongo, de algunas visitas al antiguo Casón del Buen Retiro en el que se encontraban, más que expuestas , almacenadas algunas de las obras más destacados de este tipo de pintura, dos hitos fundamentales en esa afición fueron – ya no recuerdo cual pudo ser el orden – el libro Imagen histórica de España (1850-1900) de Carlos Reyero, editado por Espasa Calpe; y la gran exposición La pintura de historia del siglo XIX, celebrada en 1992 en el Museo Español de Arte Contemporáneo de la Ciudad Universitaria, (hoy Museo de Traje), exposición organizada por el Museo del Prado bajo la dirección técnica de José Luis Díez, Jefe del departamento de pintura del siglo XIX de dicho museo.
Cuadros que, de múltiples formas, habían alumbrado nuestra infancia y adolescencia, visualizando la historia de España o sus relatos en el siglo XIX; momento en que, después de tantos siglos se estaba construyendo, entre liberales y conservadores, revoluciones y guerras carlistas y los carruseles de gobierno de la restauración, la nación española y su supuesta identidad histórica.
Por esas fechas y al hilo de la exposición mencionada y otras, hubo planes para trasladar muchos de estos cuadros desde sus lugares de depósito desperdigados muchos de ellos por toda España y centralizar la exposición de los mismos en el Museo del Prado. Lo que nunca llegó a realizarse.
Seguimiento periodístico de las Exposiciones Nacionales de Pintura del siglo XIX
Una de las cosas que más llamó mi atención fue el revuelo y el éxito social y oficial que
este tipo de pintura adquirió, a través de las Exposiciones
Nacionales de Pintura realizadas cada año. Exposiciones a las que las revistas de todo tipo que se
editaban en la segunda mitad del siglo XIX enviaban corresponsales que realizaban
reseñas; críticas académicas y críticas históricas; serias y cómicas y en prosa
y en verso.
Estas poesías satíricas y humorísticas dedicadas a los cuadro, eran mis preferidas Sin embargo, como mucha información y mucha literatura menor del siglo XIX, no se encuentra debidamente recopilada y estudiada y lo que ha llegado hasta nosotros es poco y fragmentario.
Miguel Ramos Carrión
Soy paisano de Miguel Ramos Carrión, ya que nací en Zamora unos 50 años después
de su fallecimiento en 1915 , y me gustaría traer aquí algunas de las composiciones
poéticas humorística que el autor zamorano dedico a algunos de los cuadros en exposiciones nacionales. Miguel Ramos Carrión escribió la Revista Cómica de la exposición de 1871, y en
ella se encuentran los versos que corresponden a los cuadros siguientes.
El primero fue El último día de Sagunto de Francisco Domingo Marqués , cuadro de 86 x 137 centímetros pintado gracias a una pensión de la Diputación Provincial de Valencia para completar sus estudios en Roma. En la Ciudad Eterna pintó el obligado cuadro de historia, en el que alude a la destrucción de Sagunto, ciudad aliada de Roma, en el año 219 a.C., tras ocho meses de asedio por parte de las tropas cartaginesas dirigidas por Aníbal.
Es una abigarrada composición de saguntinos
feneciendo a fuego, hierro y espada, que prefirieron lanzarse al fuego que devoraba la ciudad ante que
someterse al invasor. Quien parece ser Aníbal irrumpe por la derecha en un carro
tirado por dos caballos encabritados que aplastan a su paso los cuerpos de los
saguntinos.
Un barullo compositivo que, por otra parte, es una muestra de cómo la pintura oficial quería representar el valor de nuestros antepasados íberos y considerarlos como protoespañoles.
Miguel Ramos Carrión lo
despachaba con estos versos
"Figuras
más de un millar
sin forma y sin acabar
ha
dejado el artista.
Pero
se le debe dar
el premio de colorista."
El otro cuadro glosado fue el conocido como La muerte de Séneca del pintor madrileño Manuel Domínguez Sánchez. El cuadro, (de gran tamaño: de 2,70 x 4,50 metros), recoge la escena posterior a la muerte de Séneca, después de abrirse las venas en la bañera sus amigos, poseídos de dolor, juran odio a Nerón que había decretado la muerte de su maestro.
En él sobresale la cabeza de Séneca en escorzo con la cabeza desde atrás en primer plano y su brazo fuera de la bañera extendido y yerto. Un discípulo se inclina hacia él filósofo llorando y hay muchas más figuras. Ramos Carrión dice:
"Dicen que están sus amigos
poseídos del dolor
muy bien lo expresa el de en medio
pero
los otros cuatro no.
En
resumen, hay figuras
que no tienen expresión,
pero
es un cuadro hermosísismo
que
dara fama al autor."
Ramos Carrión tiene calle, teatro, monumento y placa conmemorativa en la casa en que nació en Zamora.
Casa natal de Ramos Carrión en Zamora
No estaría de más que alguna benéfica institución de la provincia patrocinara y promoviera la publicación de su biografía - inexistente en le momento actual - y de su obra que como periodista, poeta y libretista de operas, zarzuelas y género chico fue de las más importantes del siglo XIX.
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