domingo, 15 de junio de 2014

Olímpico Rugby 50º Aniversario. Los infantiles de 2000 (1)

En una calurosa tarde de viernes de finales de septiembre de 1999, dos hombres observaban a un grupo de chicos – entre los que estaban sus hijos -  que alegres y sudorosos se empujaban unos a otros, se tiraban en colchonetas, hacían flexiones…, en fin, entrenaban. Todo ello en el campo de deportes, más bien un espacio lateral, a lado del Instituto Gerardo Diego cercano a la estación, con la carretera a un lado, a donde sin duda se escaparía con frecuencia el balón; y al otro lado, detrás de la valla, el arroyo de Pozuelo, con poca agua, pútrido y maloliente al cual, también con frecuencia se caería el balón y vaya uno a saber cómo saldría de él. Además había algunos coches aparcados entre medias que había que esquivar.



La seña de identidad: el Alfa del Olímpico Rugby Pozuelo

Enseguida Pepe, (padre de Walter), y yo, (padre de Rodrigo), entablamos conversación con otros padres, más desenvueltos que parecían entender y disfrutar bastante. En un momento dado, dije “Ya, esto es un entrenamiento; pero… ¿dónde está el campo dónde juegan?”. Me contestó con naturalidad “¡Ah, el campo!, sí, el campo está en la Universidad Autónoma”. En ese momento Pepe y yo nos miramos con la cara a cuadros como preguntándonos: “¿Dónde estamos metiendo a nuestros hijos?”.

De vuelta a casa, en el coche, Rodrigo, emocionado, no paraba de contarme  lo que era un placaje, la touche, la melé…  Iba entusiasmado. “Estamos apañados, pensé”.
Así entró el rugby y el Olímpico en nuestras vidas.

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Todo había empezado algunas semanas antes, cuando Ángel de la Cuerda convenció a mi hijo Rodrigo y a Walter, compañeros del colegio en el San Luis de los Franceses para que se unieran al nuevo equipo de rugby que se estaba formando.  Ángel era hijo de un antiguo jugador – “Burrul” - del Olímpico en el que, por esas fechas, hubo un hueco de dos-tres años sin alevines e infantiles y entonces, a toque de rebato, se comenzó a formar un nuevo equipo.

Así que allí, de este modo, llegaron “Chinche” y Jorge Bermejo, también hijos de antiguos jugadores, a los que se unieron alumnos del Instituto en el que gracias al gran Jorge Romero, su profesor de gimnasia y también ex jugador del Olímpico, se tenía que jugar al rugby sí o sí.




Los primeros saques de lateral

Así fue quedando configurada una banda inicial, que acabaría siendo un equipo que muy pocas veces llegaba a completar los 15 reglamentarios, entre los que estaban, (perdón si no los recuerdo a todos):  Álvaro Lozano “Lozi”, Hugo, Rodolfo “Chino”, Javier Ramos (más adelante “Búfalo”), Juan Brualla, Usandizaga “Usan” y Lalo. Detrás (o delante) de todo estaba el ideólogo y alma del nuevo equipo, que entrenó personalmente más de un año, Jorge Romero.

Y los padres nos convertimos en hinchas y chóferes del nuevo equipo de infantiles del Olímpico. Además durante dos (¿o fueron tres?) años – de muy grato recuerdo, no tuvimos que rompernos la cabeza para saber qué íbamos a hacer los sábados por la mañana.

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