La semana pasada contábamos los inicios de los infantiles de 2000 del Olímpico. En esta segunda entrega, se relatan algunos
recuerdos de esos días y de esos primeros partidos.
Solíamos quedar en el aparcamiento del Polideportivo Carlos Ruiz y desde allí íbamos a Alcalá (unos 40 Km), a la Autónoma en Cantoblanco, a Las Rozas, a Majadahonda o donde tocase. Y recuerdo una “perdida” individual apoteósica – eran tiempos sin gepeeses, tomtomes o similares. Cien mil vueltas por Getafe, en que todo se llamaba Juan de la Cierva; buscábamos el polideportivo de ese nombre pero no había forma. Eso sí, pasamos por la calle Juan de la Cierva, el Instituto Juan de la Cierva, etc.: una pesadilla hasta que al final, llegamos.
Solíamos quedar en el aparcamiento del Polideportivo Carlos Ruiz y desde allí íbamos a Alcalá (unos 40 Km), a la Autónoma en Cantoblanco, a Las Rozas, a Majadahonda o donde tocase. Y recuerdo una “perdida” individual apoteósica – eran tiempos sin gepeeses, tomtomes o similares. Cien mil vueltas por Getafe, en que todo se llamaba Juan de la Cierva; buscábamos el polideportivo de ese nombre pero no había forma. Eso sí, pasamos por la calle Juan de la Cierva, el Instituto Juan de la Cierva, etc.: una pesadilla hasta que al final, llegamos.
Un placaje contra el Alcalá
Poco a poco el equipo iba
tomando cuerpo. A Rodrigo le pusieron el 5 a la espalda y ya fue todo el tiempo
el segundo apertura en la línea del equipo, con “Chinche” de medio melé y Jorge
Bermejo de apertura que cuando le salía el partido, lo bordaba. Recuerdo en la delantera al “Chino” que tenía
mucho nervio, chillaba, protestaba y se
acababa metiendo en todos los “fregaos”.
Hugo ni hablaba ni protestaba pero llegaba a los “fregaos” antes que el “Chino”. Y estaba Lalo que con su gran
envergadura era un tanque cerca de la línea de ensayo. Lo recuerdo con dos o
tres contrarios colgados de él a los que iba arrastrando hasta que llegaba y
ensayaba.
Alegrías y tristezas.
Jugábamos en Las Rozas un torneo del Ayuntamiento. Sábado por la tarde y el
equipo llegó –como casi siempre – con 12
o 13. Jugábamos contra el Industriales que tenía los 15 y 15 más en el
banquillo. El entrenador del Industriales vio el panorama e hizo jugar a tres
de los suyos en el Olímpico. Y al acabar la primera parte cambió a todo su
equipo. Ese día fue cuando me di cuenta de que el rugby era algo más que otros
deportes: era otra cosa y que valía la pena. No dejé desde entonces a animar a
Rodrigo para que nunca dejara el rugby.
Atento el medio melé
También a este equipo de
infantiles del Olímpico le alargaron un partido contra La Moraleja en
Alcobendas. Ganábamos a falta de 5 minutos y al árbitro le dio por alargar el
partido hasta que La Moraleja marcó ensayo y ganó el partido. Debió pasar,
también, que el árbitro estaba disfrutando con el buen juego de los equipos.
Recuerdo la vuelta de los
partidos. Eufóricos y cantando si habían ganado; y si habían perdido siempre
había algo bueno, “¡Chaval, menudo
placaje que le hice al ocho” o comentarios semejantes. También hubo días
malos. Cuando Brualla cayó mal en el patatal que era el campo del Parque
Sindical en que se rompió la cadera, o cuando se lesiono Lalo en el campo de Majadahonda
que pareció sólo una mala pisada y luego
fue más grave.
La primera fase de
formación de este equipo culminó con su participación en el Campeonato nacional
de infantiles en León.
El equipo en el Campeonato de León
Después la cosa siguió con nuevas incorporaciones:
Alejo, bravo delantero, fortísimo con muy buena visión de la jugada y “Coque”,
fino zaguero, ambos procedentes del colegio San Luis de los Franceses; Alejandro Solá y Víctor “Pincho”,
amigos de infancia y de barrio de Rodrigo, “Kupa” y alguno más. Con entrenadores nuevos: Julio Bermejo,
“Pelos” (para delantera) y “Viti” (para
la línea).
El paso a cadetes y una nueva etapa. Ya más mayores y empezaron a
volar por su cuenta en autobuses y trenes. Un equipo más hecho, con garra y
envergadura y que se hacía respetar.
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