martes, 28 de junio de 2016

Regreso. Álvaro García.

Estamos ante un cuarzo ahumado, vítreo y negro, que es una forma ciertamente especial – pero sólo una variedad más – de la sílice, del SiO2 tan abundante en la naturaleza. Una piedra que es, como podríamos decir de todas las piedras, “armonía, memoria silenciosa del planeta”. 


La geología se asoma al poema Regreso  del poeta malagueño Álvaro García hablándonos, desde una inmensa serenidad, del largo paso del tiempo que ha dado forma a la tierra que habitamos.

Regreso

Tocar un cuarzo ahumado, vítreo y negro,
como quien busca en su naturaleza indiferente
la reconciliación entre hombre y mundo.
Aprendemos a ser lo que ya somos,
y este trozo de piedra es un regreso.

La piedra, en su secreto, es armonía,
memoria silenciosa del planeta,
regalo de una luz que se ha hecho sólida.
Cuánta vida en lo inerte de este cuarzo
que es cristalización de los milenios.

El tacto es humildad.
Los dedos no conocen: reconocen;
comprueban un origen, se aseguran
de ser tan realidad como la roca.
Cuando los dedos rozan los sillares
en una catedral de umbría y siglos,
rozas casi al descuido los orígenes,
comulgas más que otros que comulgan.

Aquel niño buscaba con su cara
el frío intemporal del mármol frío.
Pegada su mejilla a la columna,
parecía escuchar en la pared
no el rumor que hay tras ella, sino a ella.

Sobre la mesa, el cuarzo, luz oscura,
su noticia que llega con retraso.
¿Cuántos siglos tendrá, tan silencioso,
tan delante de mí, tan en sí mismo?
Aprendo a ser lo que de hecho soy,
fugaz parte del mundo,
viendo el cuarzo.
Esta piedra secreta, antigua y súbita,
este trozo de mundo en la mañana.

                                                     
Álvaro García (Málaga, 1965)



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