Estamos ante un cuarzo ahumado, vítreo y negro, que es una forma
ciertamente especial – pero sólo una variedad más – de la sílice, del SiO2 tan
abundante en la naturaleza. Una piedra que es, como podríamos decir de todas
las piedras, “armonía, memoria silenciosa del planeta”.
La
geología se asoma al poema Regreso
del poeta malagueño Álvaro García hablándonos,
desde una inmensa serenidad, del largo paso del tiempo que ha dado forma a la
tierra que habitamos.
Regreso
Tocar
un cuarzo ahumado, vítreo y negro,
como
quien busca en su naturaleza indiferente
la
reconciliación entre hombre y mundo.
Aprendemos
a ser lo que ya somos,
y
este trozo de piedra es un regreso.
La
piedra, en su secreto, es armonía,
memoria
silenciosa del planeta,
regalo
de una luz que se ha hecho sólida.
Cuánta
vida en lo inerte de este cuarzo
que
es cristalización de los milenios.
El
tacto es humildad.
Los
dedos no conocen: reconocen;
comprueban
un origen, se aseguran
de
ser tan realidad como la roca.
Cuando
los dedos rozan los sillares
en
una catedral de umbría y siglos,
rozas
casi al descuido los orígenes,
comulgas
más que otros que comulgan.
Aquel
niño buscaba con su cara
el
frío intemporal del mármol frío.
Pegada
su mejilla a la columna,
parecía
escuchar en la pared
no
el rumor que hay tras ella, sino a ella.
Sobre
la mesa, el cuarzo, luz oscura,
su
noticia que llega con retraso.
¿Cuántos
siglos tendrá, tan silencioso,
tan
delante de mí, tan en sí mismo?
Aprendo
a ser lo que de hecho soy,
fugaz
parte del mundo,
viendo
el cuarzo.
Esta
piedra secreta, antigua y súbita,
este
trozo de mundo en la mañana.
Álvaro García
(Málaga, 1965)
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