Fats Domino, el genial y bondadoso símbolo de los albores del rock and roll y la voz y el piano detrás de éxitos perdurables como "Blueberry Hill" y "Is not That a Shame", falleció el martes a la edad de 89 años.
Fats Domino
(Everett Collection. En Rolling Stone)
La fórmula era sencilla: boogie woogie ralentizado, blues acelerado, todo cantado sin énfasis, siempre con calidez y elegancia y con su voz única y característica: de terciopelo característica. Sin descuidar el glamour: los trajes y sus impagables anillos. El legado de Fats es incalculable. Siempre transmitía felicidad, hasta en las letras tristes.
Los Beatles, que lo adoraban como a un dios.
Continuó viviendo en el mismo barrio proletario en el que había nacido, el Ninth Ward de Nueva Orleans. En una ciudad plagada por la delincuencia, Fats aparcaba su Cadillac rosa en la calle. Nadie osó tocarlo. Robarlo, romperle un cristal, o rayarlo siquiera, hubiese supuesto buscarse un serio problema con los lugareños, para quienes Fats era una institución, un ente sagrado.
Había algo desconcertante, erróneo, incomprensible, en la imagen de un Fats Domino entristecido. Era un fallo en el tejido de la realidad, una grotesca incorrección. Si Dios escribe recto con renglones torcidos, aquello era aún peor, un borrón imperdonable. Era como contemplar el sol saliendo del revés, o a Blancanieves haciendo la calle. Algo que tu niño interior no debería ver. Los millones de fans que este maravilloso individuo se ganó a lo largo de varias generaciones, entre quienes me incluyo, teníamos una palabra perfecta para definir lo que él nos transmitía: felicidad.
Solo espero que le hagan una estatua, o que le pongan su nombre a un planeta, o que algún país (¿qué tal el nuestro?) adopte una de sus melodías como himno nacional. Y si resulta que hay cielo, y si Dios tiene buen gusto, que suene su versión de «Blueberry Hill» cuando entremos en él.
A mi me gusta especialmente su canción It Keeps Raining de 1961. Dos versiones: la grabación original, musicalmente muy conseguida con el revoloteo de guitarra y redonda del acompañamiento y del intermedio de viento exactos; y en directo en Austin, Texas en 1986, en que la sonrisa y naturalidad de la interpretación resalta con la letra
que otros muchos habrían interpretado llorando y mesándose los pelos. Y los 3 trompetistas y los 4 saxofones.
Y que al llegar al cielo, después de Blueberry Hill, suene también It Keeps Raining. Por favor.