martes, 14 de mayo de 2019

¡Qué vergüenza... un gallinero sin licencia!

Al hilo del revuelo que se ha armado en este país por el asunto del gallinero, cercano a un alojamiento rural, que se ha cerrado en un pueblo de Asturias; no comentar nada propio sino sólo enlazar a dos visiones de la jugada.



Pitu de caleya de Asturias (Wikipedia)

La primera es la carta a la directora de título "Sentencia ejemplar", escrita por  A.C.M. , que apareció el día 10 en el diario El País. Es una visión naif, sana y muy irónica que creo que representa, mayoritariamente, la opinión del común de los espectadores de esta historia. Tiene gracia en su redacción, mantiene que "el campo es el campo" y tiene sus cosas y que es una "absurdidad" el ir voluntariamente al campo y después que te molesten actividades agrarias naturales.

La segunda es la entrada en el Blog de viajes de Paco Nadal, también en El País, que lleva por título "Pero... ¿alguna vez el turismo rural fue rural?" en el que se le da media vuelta al argumento ya que, preguntándose por la sustancia y esencia del turismo rural, llega a la conclusión de que el turismo rural es turismo a secas, con clientes más bien de ciudad que "quieren campo, pero poco campo". En la misma entrada, se aclara que el cierre no ha sido, en si, por el ruido de las gallinas, sino porque el gallinero no tenía licencia municipal; y que la denuncia sí la puso, sí, el dueño del hostal. ¡Qué vergüenza!; ¡un gallinero sin licencia!

Desde luego "hurgar" en el tema licencias es más legal y elegante, más sutil y menos chanante que el cierre del gallinero se haya producido, directamente, por el ruido matinal del canto de gallos y gallinas. Y, desde luego, como quiera que, en los pueblos del campo y la montaña profundos los gallineros, cuadras, talleres, etc. están, (los que quedan), desde los tiempos del rey Carolo - y a saber como andarán en los procelosos asuntos de licencias municipales -, se abre una prometedora vía para que otros dueños de otros alojamientos rurales denuncien por el tema licencias a establecimientos cercanos, hartos de que sus clientes, (que van al campo y se hartan pronto de las cosas del campo), protesten y no vuelvan.

Pues en lo que toca al Principado de Asturias, ya puede ir mirando el Gobierno regional si los pitus de caleya, (o sea pollos del camino, de la calle), tienen todos su licencia municipal en regla. A ver si, a golpe de sentencias judiciales, se va a acabar con el tercer plato en el ranking gastronómico asturiano, tras la fabada y el cachopo.

Final.  Me cuenta la dueña del pequeño hotel que hay en el pueblo segoviano, en el que paso fines de semana y temporadas, que tuvo una queja escrita formal de un cliente porque le molestaba por la mañana el crotoreo de las cigüeñas (tres nidos) de la torre de la iglesia, a unos 200 metros del hotel. En todas partes cuecen habas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario