martes, 12 de febrero de 2013

Dos libros alemanes


En tiempos de tribulación, hablar de libros. Dos libros alemanes. Bastante insólitos los dos. El buzo no se los imagina escrito por españoles. El primero se titula Crímenes. Está escrito por el jurista alemán Ferdinand von Schirach.  De alguna manera ha transformado su vivencia profesional de muchos años en derecho penal, en una serie de relatos cortos y  directos de crímenes cometidos por diferentes gentes. 


Un agudo y preciso sentido narrativo  que ilumina la realidad y la verdad procesal alemana. Sordidez, pero también ternura. La miseria y a la vez, en ocasiones, la grandeza del ser humano.  El primer relato, titulado Fahner, es sencillamente perfecto; y el resto, hasta el final, no desmerecen.

El segundo libro es, directamente, marciano. Alexander Kluge, su autor, es esencialmente un cineasta que ha dirigido más de una veintena de películas, obteniendo una de ellas, Una muchacha sin historia, un León de Plata del Festival de Venecia. Estamos hablando de El hueco que deja el diablo que consta de más de 150 narraciones, pequeños relatos de entre una y cuatro páginas en que se cuela – eso parece casi siempre – el diablo, o no. Y, a veces, se nota el hueco que deja. O no. En palabras del narrador lo que se plantea en los relatos es la “búsqueda del mundo fantástico en los hechos objetivos”.

Para ello construye, inventa historias en ocasiones pertinentes o plausibles y, en ocasiones, delirantes o fantaseadas, pero siempre inscritas, todas, en eventos históricos (o casi-históricos) que bien podrían ser (o haber sido) reales.  Ahí va algún ejemplo.


Alrededor de la tragedia del 11-S hay varias. Veamos una. Se trata del pleito entre los representantes legales de los propietarios de los edificios derribados por los atentados y las compañías de seguros para dilucidar el posible alcance de las indemnizaciones pertinentes; ya que, como quiera que no habrían sido suscritas las pólizas detalladas del mismo, habría que interpretar si lo que ocurrió, podría considerarse  que tenía una sola causa: el atentado terrorista de Al-Quaeda; o  dos: una por cada avión estrellado en cada torre. Tema no baladí; ya que la cobertura acordada establecía 3.550 millones de dólares “por cada caso de  perjuicio”; y, por tanto, el desembolso de las aseguradoras podría ser, en un caso, de 3.550 millones de dólares si se considerara “un solo caso de perjuicio” o, del doble, en el caso de que se consideraran dos. En medio de todo ello, aparece la memorable frase siguiente:  “El comentarista de The New York Times que informó sobre la rueda de prensa dijo que el pleito era un ejemplo de la altísima abstracción que un hecho real suele adoptar en el curso de un procedimiento judicial”.

En otro relato se cuenta cómo después de la boda de Goebbels hubo un aparatoso accidente entre el coche de los novios y el de Hitler; los cuales con los conductores beodos y después de varias vueltas de campana, habrían resultado ilesos. La historia, de página y media, tiene rizos y rizos: las marcas de los coches, (Maybach y Mercedes, respectivamente), lo que sentenció el ingeniero que inspeccionó el lugar del accidente, lo que se bebía conduciendo en esa época, una definición de “providencia”, el alcance de la herida que Hitler se hizo en la mano, etc. No contento, el autor riza el rizo en nota a pie de página, en que se cuenta como una dama de la alta sociedad, después de una fiesta, medio beoda ella, mete al marido, (beodo entero), en el maletero del Rolls y conduce el coche hasta la casa, donde duermen, a pierna suelta hasta el día siguiente. En la frase final de la nota se descubre, con asombro, al narrador. “Durmieron hasta mediodía. Yo ya estaba en el vientre materno.”

Desfilan, entre otros, el accidente de Chernobil, los últimos días de Cartago, el juicio a un soldado por robo de las balas alojadas en el cuerpo de un fusilado, submarinos nucleares soviéticos, la inquisición queriendo trincar a la madre del astrónomo Kepler… Y así sucesivamente; ciento sesenta y tres relatos. 

Lo que en parte es un alivio. Ya que la edición española – como la americana – es una selección de los quinientos relatos de la edición alemana original. En resumen: asombro y desazón. Satisfacción. Inteligencia y perplejidad. No apta para lectores convencionales.
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