Después de
ser uno de los grupos pioneros del pop rock español y de haber sacado un buen
puñado de discos sencillos desde 1961, Los Pekenikes entraron en 1966 en su
época de oro. En efecto, asentados en la casa Hispavox y bajo la sabia producción
de Rafael Trabuchelli, pusieron en el mercado su primer LP, de mismo título que el nombre del grupo, en el que sólo había música instrumental. El motivo, en un grupo
que acostumbró desde sus inicios a mezclar temas vocales e instrumentales, era
sencillamente que se habían quedado sin vocalista y, comercialmente, había
urgencia de sacar el disco ante la competencia que venía de Los Brincos.
En ese
momento surgió el milagro de unas composiciones magistrales, imaginativas y
frescas, que sobrepasaban la imitación del rock foráneo y las versiones, para
introducirse en una singular y original senda que triunfó rápidamente tanto en
España como, aunque en menor medida, en el extranjero.
A pocos días
de su fallecimiento conviene recordar y recalcar que Alfonso Saínz Amorós fue el alma
de esos Pekenikes, ya que fue el compositor de la mayoría de ese puñado de
canciones inolvidables que dejó el grupo. Así, son composiciones suyas Tiempo y ritmo Hilo de seda, Lady Pepa, Frente a
Palacio, Troncos huecos, Arena caliente
y Cerca de las estrellas; y fue coautor, entre otras, de Embustero y
bailarín y de Frente a palacio.
Alfonso
Sáinz, sentado en el centro, con Los Pekenikes
(De Tony Luz en EL País)
Hoy en El
País, Diego A. Manrique ha publicado un artículo In memoriam de Alfonso Saínz
(Ver nota) en que hace notar como se manifiesta en Los Pekenikes el dilema eterno
en que ha vivido – y vive – el rock español desde sus orígenes hasta hoy: entre
el deseo instintivo de reproducir fielmente los hallazgos anglosajones y el
impulso de buscar una personalidad original tras explorar las formas
autóctonas. No era difícil dejarse llevar por la fácil imitación porque al fin
y al cabo, como dice Manrique: “Para los
grupos, la consigna era grabar éxitos foráneos: “si ha funcionado fuera, tendrá
que funcionar aquí”. El eclecticismo de Los Pekenikes les fue ganando margen de
libertad.”
Sigue, a continuación, contando cómo Hispavox cambió de estrategia
con Los Pekenikes, como Trabuchelli dirigió hábilmente esa etapa de madurez del
grupo con la confirmación de Alfonso Saínz como gran compositor. Y describe así
su música:
Un salto sideral. Facturaban
grabaciones de alto nivel: se multiplicaban metales y teclados, flauta y
trompeta adquirieron protagonismo, entraron instrumentos acústicos, las voces
quedaban reducidas a pinceladas, a veces sumaban orquestaciones. Musicalmente,
habían roto los corsés: se trata de luminosa música pop, a veces con ecos de
partituras clásicas, una música generalmente cálida y melódica. Lo testimonian
éxitos como Hilo de seda, Lady Pepa, Cerca de las estrellas, Frente a palacio o
Arena Caliente.
Pero en
aquella época el negocio musical no era tan claro como ahora y muchos de los
músicos más válidos tenían otros planes y otras perspectivas vitales. Alfonso Saínz, de modo
asombroso, había simultaneado ese periodo mágico de Los Pekenikes que fue de 1966 a 1968, con
sus estudios de medicina, por lo que poco después decidió dejar
profesionalmente la música y se fue ejercer la medicina a Estados Unidos, abandonando prácticamente – salvo regresos
intermitentes a la música en los años setenta y ochenta, generalmente con
canciones de tipo romántico – su carrera musical.
Al buzo le
fascinan Los Pekenikes y conocidas las circunstancias del abandono de Alfonso Saínz
en la cima del éxito del grupo, le intriga pensar dónde podrían haber llegado
como grupo y cómo podría haber derivado
su estilo musical. Viéndolo en términos de evolución biológica es como si
estuviéramos ante una especie animal de buena calidad y condiciones que, de
forma no muy comprensible, se extingue mientras otras especies colindantes, no
mejores precisamente, habrían sobrevivido, (lo que le lleva a comprender de modo empírico que en la evolución, no
sobreviven los mejores, sino, digamos, los mejor adaptados).
Aunque no es
fácil elección, yo me quedaría con dos canciones de Los Pekenikes compuestas por Alfonso Saínz: Hilo de seda y Cerca de las estrellas. En Hilo de seda está
el sonido, la elegancia, la contención y el espíritu de ese 1966; una
combinación de una melodía sutil con la trompeta en sordina - tocada por el propio Alfonso Saínz - , un ritmo llevado magníficamente por un contrabajo muy acentuado y
unos trozos corales cortos y sugerentes. Eterna.
En Cerca de las estrellas arriesgan más. Hay sonidos de instrumentos electrónicos nuevos,
una voz nasal y arrastrada del batería (David Arribas imitando en el físico
descaradamente a John Lennon), un solo de guitarra espléndido, que parece mentira que se
hiciera en España en 1968 y el primer aire psicodélico en el pop español. Es
eterna, también.
Notas
1. Han surgido algunas voces reprochando al grupo PRISA, y en especial a Diego A. Manrique su tardanza en reaccionar ante la muerte de Alfonso Saínz. Ver: https://elmundano.wordpress.com/2014/04/18/alborotados-adios-a-alfonso-sainz/
2. Información detallada sobre Los Pekenikes, su historia, componentes y grabaciones puede obtenerse en la página web La Fonoteca. Resulta muy interesante la página web http://alfonsosainzmusic.com/. En ella se encuentra una interesante autobiografía de los años de infancia de Alfonso Saínz Amorós.