Está siendo
noticia de primera página en estos días en todos los medios, la sentencia
del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) que ha fallado que Google, el
principal buscador del mundo, está obligado a retirar resultados de búsqueda a
petición de un ciudadano si los sitios web a los que se enlaza contienen datos
personales del solicitante, incluso si el sitio web de origen no elimina dicha
información o ésta es lícita.
Está bien la
cosa. Aunque de momento Google se llama andana y dice que “a mi plin” porque
no es una empresa europea sino estadounidense y allí no le tosen. Con lo cual…¡veremos!
En todo caso, me da la impresión que en esto de Internet hay un problema de
tamaño, de número, de cantidad de casos que hace que muchas cuestiones, como
ésta, sean incontrolables una vez que se han echado a rodar.
Hans Magnus
Enzensberger, en su magnífico ensayo sobre internet - de poco más de 20 páginas - El Evangelio Digital. Profetas, beneficiarios
y despreciadores, y refiriéndose a la imposibilidad del control de la
información en Internet, decía lo siguiente:
“Lo que al final hizo imposible el control fueron
no tanto las técnicas de cifrado, cada vez más perfeccionadas, como el mero
volumen del tráfico. No hay filtro que pueda impedir que las instancias
censoras se colapsen ante el overkill informativo. No se enteran de demasiado
poco, sino de demasiado”. (Ver Nota).
Sustituyan
el filtro por los tribunales y el volumen de información por las posibles
demandas - que serían fruto a su vez de la cantidad de información. No sé si se está ya a tiempo de revertir la situación actual de perennidad
de los datos en la red.
Nota
El Evangelio
Digital. Profetas, beneficiarios y despreciadores está incluido en el volumen
Los elixires de la ciencia editado por
Anagrama en 2002.
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