Pienso en Ferdinand Von Schirach con su libro de relatos Crímenes o su novela El caso Collini, o en el magnífico e inclasificable Los huecos que deja el diablo de Alexander Kluger; autores ambos de los que se habló en este blog en 2013 (Dos libros alemanes) y 2015, (Los huecos que deja el diablo (Marzo 2015)). Pienso ahora en lecturas recientes.
Como el libro, de pocas páginas pero de gran aliento, La belleza del universo de Stefan Klein, extraordinaria obra de divulgación científica, que ha sido bestseller en Alemania, recientemente publicada en España por Seix Barral.
O el inclasificable Hammerstein o el tesón de Hans Magnus Enzensberger, (ver Nota), a cuyo resumen de la editorial Anagrama enlazo aquí.
En el libro se aborda el periodo más funesto de la historia alemana centrándose en la figura del barón Kurt von Hammerstein (1878-1943), el general que en 1930 asumió el mando del ejército y se retiró después de que, en 1933, Hitler revelara sus planes en una reunión secreta.
Transcribo a continuación párrafos de la magnífica entrada dedicada al libro en el blog www.exlibris.com
Hombre en cierta medida atípico,
el barón Kurt von Hammerstein, aristócrata y militar nacido en 1878,
jefe del Alto Mando del ejército alemán entre 1930 y enero de 1934 (por
entonces el puesto supremo en dicha fuerza armada), ....., era sin embargo un republicano, un hombre que aspiraba a la unidad
europea y que, aunque contrario al comunismo, profesaba simpatía y respeto por
los rusos..... Derechista, culpaba sin embargo a los partidos de derecha de la ruinosa
política interior de su país. Ocupando los más altos cargos del ejército alemán
(antes de comandarlo fue jefe de su camuflado Estado Mayor, entidad prohibida
por el Tratado de Versalles), solía tenérselo por un vago, y es que detestaba
el trabajo burocrático y aprovechaba la menor excusa para dedicarse a su
pasatiempo favorito, la caza.
Los nazis le inspiraban un altivo y patricio desdén. Aborrecía el III Reich, entre otras cosas, porque intuía que su belicosidad llevaría a Alemania a la ruina, pero nunca
hizo nada por obstaculizarlo. Decía admirar el coraje civil, mas la suya fue
una oposición meramente pasiva. En todo caso, lo más seguro es que si no
hubiese fallecido de cáncer en 1943, Hammerstein habría tomado parte en el
fallido golpe del 20 de julio de 1944… como de hecho hizo uno de sus hijos.
La
figura protagónica, el general Hammerstein, se hace merecedora de muchos
apelativos pero no del de héroe; Enzensberger rinde homenaje a su lucidez y a
su capacidad de anticipar las calamidades que entrañaba la vesania nazi (con
excepción del Holocausto), pero no eleva el personaje a un pedestal....
La de
Hammerstein… es una historia de inconformismo, de compromisos valerosos pero
también de decepciones, de vacilaciones y de extravíos en una época que no daba
cabida a los términos medios. Es una disquisición sobre algunos de los
condicionantes decisivos de aquella turbia época, en la que ideologías y
situaciones extremas desafiaban todo sentido de normalidad.
En todo caso queda la fascinación por el personaje que, desde luego, fue un gran oficial de estado mayor. Como muestra, he aquí el análisis del Ejercito Rojo hizo a finales de 1932 a A Jacob West,
agregado militar norteamericano en Berlín.
“Es una buena tropa,
disciplinada, que en la defensa se batirá bien. En este trance pueden contar
con la ayuda de la población. Los rusos saben que no pueden librar una guerra
de ataque porque para ello les falta infraestructura necesaria. Las carreteras
y los ferrocarriles se hallan en tan mal estado que ellos solo pueden combatir
dentro de las fronteras de su país. Se han preparado para hacerlo, y han
establecido dos zonas defensivas: una alrededor de Moscú y otra cerca de Perm,
en los Urales. Si el enemigo los hace retroceder hasta allí, en esas regiones
pueden resistir por tiempo ilimitado. Lo único que tienen que hacer es batirse
en retirada; después ningún enemigo podrá derrotarlos.”
Hans Magnus Enzensberger (Wikipedia)
O como cuando
le preguntaron bajo qué puntos de vista juzgaba a sus oficiales, y dijo:
“Distingo cuatro
clases: los inteligentes, los trabajadores, los tontos y los vagos. En la
mayoría de los casos concurren dos cualidades. Los inteligentes y trabajadores
son para el Estado Mayor; los otros, los tontos y vagos, forman el noventa por
ciento de todos los ejércitos y son muy aptos para las tareas de rutina. El que
es inteligente y, a la vez, vago, se califica para las más altas tareas de
mando, pues aporta la claridad mental y el aplomo necesarios para tomar decisiones
de peso. Del que es tonto y trabajador hay que protegerse; en ése no se puede
delegar ninguna responsabilidad, pues siempre causará alguna desgracia”.
Es genial.
Por otro lado, la forma del libro es peculiar. Tras una profunda indagación en todo tipo de fuentes Enzensberger fabrica un género que domina como nadie, la "novela documental". Estamos
ante una obra especialmente compleja, un collage en el que la
fuente documental no siempre tiene la última palabra, ya que el autor también
se toma la libertad de acercarse a la realidad histórica a través de la
ficción.
Nota
Hans Magnus Enzesberger ya ha estado en este blog en dos ocasiones en las entradas: Somos analógicos (15 de julio de 2015) y Los datos y Google (14 de mayo de 2014).
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