Emily Dickinson, empezó a interesarse por la botánica en la escuela Mount Holyoke, de South Hadley, Massachusetts, donde se animaba a todas las niñas a recoger, estudiar y coleccionar flores y plantas locales para realizar un herbario. Dickinson recogió unas 400 flores de la región componiendo un herbario de gran sensibilidad, que acompañaba cada planta con una etiqueta con su nombre. Ese herbario realizado entre 1939 y 1846 se ha conservado en la universidad de Harvard hasta nuestros días.
En 2006 se editó el Herbario de Emily Dickinson en facsímil y, hace unos cinco años, fue digitalizado; siendo, desde ese momento, accesible a todo el público. Finalmente, este 2020 la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker ha publicado en nuestro país una antología bilingüe de la poesía botánica de Emily Dickinson junto con ilustraciones procedentes del Herbario. Lo que constituye, sin duda, uno de los mayores acontecimientos de poesía científica en 2020.
Nos parece un broche final magnífico para esta temporada de poesía y
ciencia, y, para ello, hemos seleccionado tres poemas: los numerados 1098, 1650
y 1779.
Tres poemas botánicos
1098
Las hojas, como las mujeres,
intercambian astutas confidencias;
unos
cuantos saludos, y unas cuantas
portentosas conclusiones,
en ambos casos las partes
disfrutan del secreto –
compacto e inviolable
a la visibilidad.
1650
El pedigrí de la miel
no le importa a la abeja;
en cualquier momento, un trébol, para
ella,
es aristocracia
1779
Para hacer una pradera es necesario un
trébol y una abeja –
un trébol y una abeja.
Y un ensueño.
Bastará con el ensueño,
si abejas hay pocas.
Emily Dickinson. (Amherst - Massachusetts, 1830 – 1886). /(Traducción Eva Gallud)
Ver más en el blog La alegría de las musas 2.