miércoles, 23 de septiembre de 2020

La música perdida. Charambita de Valorio

Intento racionalizar mi gusto por la música de Asins Arbó que ayer comenté en el blog; y más en concreto los aires que me traen las músicas incluidas de El cochecito y de Plácido.

Hace ya muchos años, cuando no se habían ni inventado ni desarrollado los "media" y las tecnologías de reproducción del sonido actuales, la música en directo era lo habitual y , también, lo excepcional por los limitados lugares y ocasiones en que la música se desarrollaba.




Las orquestinas eran, dentro de sus limitaciones, muy variadas. Como mínimo, dulzaina y tamboril. También eran grupos con algún instrumento de viento: saxofón y trompeta, tuba en ocasiones y, a veces, trombón; a mayores de la percusión en la que al tambor se añadía bombo y platillos.

Estos grupetes musicales, (que le daban a todo: desde jotas y seguidillas populares a versiones de coplas o de los últimos éxitos que la radio venía pregonando), alegraban reuniones, pasacalles, fiestas y veladas y alrededor de ellos se producía de forma espontánea el baile.


Bosque de Valorio de Zamora

En muchos lugares a estos grupos se les decía "charambitas"; y es ese alma de charambita lo que me hace adorar esas músicas de Asins. De joven- finales de lo sesenta -  me contaron que en el parque de Valorio, en Zamora, tocaba en tiempos la que todo el mundo conocía como Charambita de Valorio que este buzo mencionó en unos versos, ya añejos, que van a continuación.

BOSQUE DE VALORIO

 

Más allá de la fuente

se puede ver morir

el día con decencia.

 

Bajo altos pinos,

elegantes pinos de redondas copas, perfumados

piñoneros secos,

un suelo tapizado de agujas,

piñas, arena blanca y suave,

desata pasos.

Un niño escapa al fin

de la mano de un abuelo

adusto, seco, castellano

que, en tanto, se detiene

y lía un caldo.

 

Por la pasarela de madera,

sobre el arroyo de cauce miserable y pútrido

siempre cruzan niñas

de cuadritos con una flor en la mano.

En el curso artificial y tan bonito,

eternamente yacen

en una soledad perfectamente indefinida

bolsas de plástico y botellas.

 

Más allá la luna es testigo

en la noche y oculta

(un preservativo recuerda el uso

más sabio del lecho

de hierbas entre robles y hojarasca),

historias gloriosas e innombrables.

 

Pero ahora canto las cuarenta.

Otro porrón - “carroñas” –

y más tapas de tortilla.

 

Todo tiene una música especial,

un muy propio sentido,

(charambita de Valorio).

Todo encaja, recuerda.


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