Si hoy es jueves - o así - aquí hay jazz: Jazz porque sí. Para ti que te gusta el jazz, la música del siglo XX.
Hay pocos temas que me hayan provocado tanto amor al jazz como Lazy Day del saxofonista Lucky Thomson.
Está contenido en el disco número 31 de la Enciclopedia Los Grandes del Jazz de Sarpe, que es una edición del album Goodbye Yesterday grabado en 1972 por Lucky Thomson que toca el saxo tenor y el saxo soprano, acompañado por Cedar Walton al piano, Larry Ridley al contrabajo y Billy Higgins a la batería.
El extraordinario texto de la contraportada del disco de la colección de Sarpe, (del que me gustaría saber quien lo escribió para acreditarlo convenientemente), recoge varias ideas que permiten entender mejor al artista, al tema - Lazy Day - y a lo que es el jazz; con párrafos y conceptos como los siguientes.
Apóstoles y profetas
... en el sonido de Lucky Thomson no se hallarán la profundidad de los adornos de un Coleman Hawkins, ni la camaleónica capacidad de metamorfosis de un Don Byas. Thomson no pertenece a la tropa de los profetas, sino a la de los apóstoles: su voz, cálida y casi misteriosa, se articula en ocasiones (como en Lazy Day) por un camino misterioso y ronco que evoca a Ben Webster... Es el apóstol de una sensualidad transformada en orgulloso bagaje cultural de toda una colectividad (….)
El Jazz es alma
El jazz está hecho de necesidades, de deseos convertidos a menudo en poesía... Es éste un arte nacido del más profundo dolor físico y moral, rompe el cerco de lo mecánico. De aquí la insistencia en la palabra Soul: alma.
Tradición y espontaneidad
... no hay que buscar (en los temas del album) complejidades estructurales, ni extrañas alquimias sonoras… Se encuentra aquí el fruto de una tradición: un fruto espontáneo, madurado al aire libre, sin excesivos cuidados. Son pequeños temas apenas apuntados y desarrollados después según los dictámenes de una cultura.
Con la excepción de Lazy Day, de ese día perezoso y lleno de humo que sabe a jornada urbana en algún slum: las cortinas blanquecinas apenas encrespadas por el viento, el silencio de un domingo, las pocas notas de algún piano, las tablas de madera combadas por la humedad y el sol, la luz reflejada en el polvo y en los latones…
Día perezoso que es eco de otros muchos días: “Aquella noche soplaba el viento del desierto. Era uno de esos vientos californianos cálidos y secos, que bajan de las laderas de la montaña, rizando el pelo, encrespando los nervios e irritando la piel. En noches como esa, cualquier discusión puede estallar en riña. Todo puede ocurrir: incluso que se consiga un buen vaso de cerveza en un saloncito de cocktail”. Eso escribía Chandler en Viento rojo y es la imagen viva de un Lazy Day plagado de acechos.
Contar una historia
Sin embargo, no hay acechos escondidos en los recursos de Lucky Thomson: tan sólo se halla aquí… el lema de Lester Young, que recomendaba a los músicos que “contasen una historia” cada vez que tocaban. La de Thomson es una historia antigua, contada con sencillez, quizá incluso con ese toque mecánico derivado de la larga experiencia en narrar: una sencillez nada ingenua, que se vale dela memoria y de una indudable socarronería…
Lazy Day, una historia antigua, contada con sencillez, con toda la tradición y la espontaneidad del jazz detras. Una inmensa balada de uno de los muchos apóstoles del Jazz, Lucky Thomson. Una gran balada: el mejor Lucky Thomson, con un Cedar Walton ligero y brillante, y el bajo sencillo, pesado e insistente de Larry Ridley. Una de mis baladas favoritos.
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