Debido a la
lentitud del proceso de industrialización en España, las ideas del movimiento
futurista necesitaron cierto tiempo para aparecer y cuajar en la creación
poética española y es al final de la segunda década del siglo XX cuando
comienzan a aparecer poemas que incluyen los elementos centrales de la
modernidad tecnológica propugnados por el futurismo y las vanguardias
sucesivas.
Uno de los
primeros poemas protagonizado por la aeronáutica - una de las grandes tecnologías
emergentes de la época - fue Canción del aeroplano del escritor sevillano José
María Romero Martínez, publicado en 1919. El aeroplano es, en el poema, águila
blanca en ruta triunfal hacia la paz azul del infinito; se eleva entre los
torbellinos del viento y opone "al furor del huracán su corazón de mil
caballos“. Magníficos versos que aún no son poesía del siglo XX, pero que ya sí
tratan de las nuevas realidades del siglo XX.
Canción del aeroplano
¡Tu corazón de mil caballos!
Abandona la tierra y dirígete al cielo,
mi águila blanca, de alas enormes y vibrantes;
mueve tu hélice potente,
y, entre torbellinos de aire,
elévate en el espacio
y sigue tu ruta hacia el azul.
Tú, que no tienes que seguir
un camino inmutable de carriles de hierro,
ni una ruta trazada por corrientes marinas;
tú, que no necesitas carreteras,
ni la energía dócil de los cables eléctricos
y, tienes un motor por corazón,
gasta el caudal de tu sangre inflamable
y, entre detonaciones y ráfagas
de esencias hechas humo,
deja la tierra
y elévate en el aire,
traza en el espacio rutas nunca surcadas
y descubre horizontes nunca vistos.
Ve al encuentro del día
cuando la Aurora aún
no haya abierto sus rosas;
sube adonde los ojos no puedan distinguirte,
bello pájaro gigante,
lleno de gracia y majestad,
desde donde los valles verdes
a las blancas montañas de la Tierra,
y la llanura azul del océano,
y la ciudad brumosa de enormes chimeneas,
donde tiembla el burgués y el bolchevista ruge,
tengan para tus ojos,
ebrios de luces siderales
la plata fría y uniforme
de los paisajes celestes.
Asciende entre la bruma;
elévate sobre las nubes que te impiden
ver el azul del cielo;
destrózalas con tu hélice enloquecida,
que, a través de los amplios ventanales que abras,
se derrame la lumbre del sol
y haga brillar tus alas
mojadas por la lluvia
y aparte la opresión de la tormenta.
Sube en la tempestad,
nauta del Infinito;
pasa serenamente sobre el trueno del mar.
apaga sus bramidos con tu motor rugiente;
elévate entre los torbellinos del viento;
corta con tu timón
el vientre de las trombas
opón al furor del huracán
tu corazón de mil caballos.
Elévate pronto, mi pájaro enorme;
los bárbaros cubren sus campos
de torres blindadas y quieren cerrar tu camino
con nubes de llamas y acero.
¡Remonta tu vuelo más alto,
que no lleguen a herir tu corazón!
Responde a la Muerte trazando en el aire
la curva sin fin de la Vida
y hacia la paz azul del Infinito
prosigue tu ruta triunfal.
Revista Grecia, Sevilla, nº 14, 30 de abril 1919, pp. 10-11.
José María Romero Martínez. (Olivares – Sevilla, 1893, Sevilla 1936)
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